El gol fantasma que Matías Ballini le convirtió a Huracán (un gol que no se vio ni se escuchó en directo el lunes por la noche porque la cadena nacional había reemplazado la transmisión del partido) fue un gol a imagen y semejanza de su aporte al equipo: ese tipo de futbolista que incluso es importante cuando nadie lo ve ni lo escucha. Un jugador por acción y omisión.
Ballini, el único faro de marca en el medio de un equipo con vocación ofensiva, también es clave cuando no juega: contra Boca Unidos, hace 10 días, cumplió la fecha de suspensión que debía por su expulsión ante Sarmiento, y Atlético lo sintió. Señalar la importancia de su regreso, con ese gol a lo William Wallace contra Huracán (guapeó dos veces en el rebote), es una obviedad. "Sí, claro, estoy contento. Me dolió mucho la expulsión en Junín y cómo se dio, porque el equipo se quedó con nueve jugadores, pero seguí luchando, como siempre. Contra Huracán dimos un gran paso y ahora hay que ratificarlo contra Banfield", dijo el hombre, que no convertía un gol desde el 8 de mayo de 2011. "El último lo había hecho para Central contra Instituto (terminó 3 a 3)", respondió Ballini automáticamente, como quien señala el fin de una condena: 17 meses sin ningún gol es una desgracia.
En realidad, Matías se enteró de que la cadena nacional había "borrado" su gol por el comentario que le hizo el cronista de LA GACETA, pero nada le quitaba el orgullo. "¿En serio? ¡Uh, qué garrón! Pero bueno, cuando llegué al vestuario, mi familia, que vive en Buenos Aires, ya me había mandado imágenes de mi festejo".
La carrera de Ballini, que nació en Campana hace 23 años y entre 2004 y 2007 jugó en el club de la ciudad, Villa Dálmine (entonces en Primera C), es un desafío perpetuo. Ya con Juan Antonio Pizzi como técnico, en Central le costó encontrar un lugar y en enero de 2012 se le cumplió el deseo de todo futbolista: una vivencia europea en el Girona, de la Segunda División de España. La experiencia, sin embargo, resultó express: Ballini jugó siete partidos y regresó al final del torneo.
Fue entonces cuando Atlético lo contrató para reemplazar a Silvio Iuvalé, hoy en Sarmiento. Su presentación en sociedad fue en los dos clásicos de invierno contra San Martín, en julio. "El periodismo dijo que yo no había rendido, pero la verdad es que en el segundo partido me sentí bien", recuerda Matías, que enseguida se ganó el puesto en esa lucha virtual contra Diego Calgaro, el otro volante central del plantel. Y a los pocos días, en su debut oficial ante Crucero del Norte, en Misiones, por la fecha 1, fue uno de los pocos aprobados.
"Sé que la mayoría de los equipos juegan con doble cinco, y nosotros a veces no, pero es el sistema con el que el plantel se siente más cómodo y es lo que nos pide el entrenador, así que estamos muy conformes. Este es un plantel donde todos ayudan. Igual, fijate que contra Huracán empezamos a jugar con doble cinco pero la lesión de Gabriel Méndez nos obligó a cambiar el sistema a los 10 minutos", dijo Ballini, a quien en el cuerpo técnico señalan en la pelea por ser el segundo futbolista con mayor resistencia física del plantel, después del líder indiscutido en ese rubro, César Montiglio (los volantes externos suelen ser los "maratonistas" del fútbol).
En cambio, Ballini no es un especialista del gol: el del lunes fue el tercero en su carrera, después de haber hecho uno en Villa Dálmine (sobre 47 partidos en Primera C) y otro en Central (sobre un total de 14 partidos en Primera División y 19 en la B Nacional).
- El gol contra Huracán fue todo mérito tuyo, por cómo buscaste el rebote dos veces.
- A veces las cosas se dan y otras no, y en este caso tuve la suerte de tocar la pelota. Pero lo importante es que no merecíamos perder ese partido. Es más, creo que si el partido seguía un poco más, lo ganábamos. Es difícil revertir un resultado.
-¿Y ahora, contra Banfield?
-A ganar. Tenemos que ganar.
Lo dice Ballini, el futbolista del gol fantasma.