Entre la variedad de perspectivas que el tema admite, me limitaré a mencionar cinco.

1. El debate político es multidimensional. Se da en varias escalas de manera simultánea e interconectada. Se da a escala global, regional, nacional, intrarregional, provincial y local. Resulta cada vez más difícil aislar un campo de otro. Entre los ejemplos está la cuestión energética (que es global, sudamericana, argentino-española, con fuerte influencia regional por parte de las provincias productoras, y local por su impacto en materia de reactivación industrial).

2. Es un debate particular y general a la vez, pues involucra cuestiones muy puntuales pero que remiten a marcos ideológicos que las explican. Es decir, hay un debate entre modelos de país y de sociedad. Por ejemplo, la discusión sobre el dólar es mucho más que una cuestión sobre cómo ahorrar; involucra definiciones sobre modos de construir una economía. Algo similar ocurre con el debate en torno a la discusión política en las escuelas, el tema va mucho más allá de la historieta El Eternauta; pone de manifiesto formas de entender a la juventud y al sistema educativo.

3. El debate se ha diversificado. Esto es un signo positivo pues no podemos circunscribirlo a lo que dicen o no "los políticos". Hoy se entrecruzan espacios tradicionales con otros de nuevo cuño. Hay diversificación de canales (dónde y cómo se debate), de voces (a quiénes se escucha), de temas (la agenda no es impuesta por un centro sino que está sujeta a múltiples fuerzas que la configuran). Esto es muy positivo para un país que vivió desde 1930 y hasta 1983 bajo una profunda inestabilidad democrática.

Argentina cuenta con una herencia negativa en cuanto a la censura de opiniones, la proscripción de fuerzas políticas, la desaparición de personas y el ocultamiento de datos, pero a la vez tiene un alto nivel de politización y capacidad de movilización de sus habitantes, una prensa fuerte, con expresiones variadas y cuya calidad se destaca en América latina. Estos son condimentos esenciales para una sociedad con mayor debate, politizada y más democrática.

4. El debate es muy álgido. Bienvenido, pues significa el fin del pensamiento único. El neoliberalismo ha cedido terreno y la dictadura de las no alternativas ha sido destituida en un clima de revisión de lo que parecían verdades o modelos incuestionables. Cabe destacar que América latina tiene un lugar importante en este escenario. Mientras en los países "centrales" se debaten entre crisis de gobernabilidad y falta de ideas sobre cómo afrontarlas, en otras latitudes surgen modelos de desarrollo capaces de debatir de igual a igual con las recetas y modelos tradicionales. Un buen ejemplo de esta transformación es el lugar que los BRICS ocupan a escala global.

5. Por ultimo quisiera destacar que el debate, la confrontación de ideas y la puja entre modelos alternativos está incentivado y promovido tanto desde el gobierno como desde los demás sectores políticos, sociales, económicos y culturales. Prácticamente no existe medida, institución o proyecto que no sea sometido a debates legislativos, mediáticos, en redes sociales, partidarios, en la mesa familiar o en los ámbitos educativos y de representación sindical.

Una conclusión: Es fácil decir que se debate mucho pero con poca calidad (porque la gente no sabe, porque está influenciada, cooptada, porque le falta educación). Esta actitud es simplista, despectiva y nociva. En democracia, cantidad puede ser calidad. No puede haber mejor debate si no hay mayor volumen de discusión. Debemos estar dispuestos a tolerar la diversidad de voces sin medirla de acuerdo a estándares anacrónicos de educación, cultura o buenos modales. Todos tienen lugar para debatir en una sociedad democrática, no solo "los educados". Siempre es más saludable una sociedad politizada a una apática. Pues la apatía es la ideología del egoísmo.

© LA GACETA Juan Pablo Litchmajer - Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Essex, rector de la Universidad San Pablo T.