Qué es lo que lleva a un niño a buscar el abrigo de un libro es algo que me he preguntado, y que he preguntado, muchas veces. Y las respuestas que me di, y las que me dieron, fueron siempre diferentes, aunque tenían en sí algún punto en común: la suposición, la inexactitud, la imposibilidad de saber científicamente algo que, en el fondo, sigue siendo indescifrable.
Padres lectores se lamentan, para sí, de no haber logrado despertar en sus hijos el amor por la lectura; y, al mismo tiempo, conocemos escritores que crecieron en hogares donde no había libros. En los dos casos, para bien o para mal, para aliviar conciencias o para idealizar alguna tarea relacionada con la enseñanza, las tintas se cargan sobre los docentes. En fin, la ecuación es simple: si mi hijo lee, es mérito mío; si mi hijo no lee, es culpa de los demás.
Y así vamos por la vida, agregando nuevos desconocimientos a nuestra ya sobrecargada alforja de ignorancias. Creo, de verdad, que nadie puede ayudarnos. Las teorías abundan (o sea que abundan las suposiciones), pero el niño sigue interesándose o desinteresándose por los libros.
Sé que hay escritores estudiosos del tema que se desvelan pensando qué literatura puede interesarle a los chicos. Yo, como escritor, como simple idóneo en el tema, creo que el niño quiere que le cuenten una historia; es lo que nosotros mismos quisimos en la infancia; y es, de alguna manera, lo que seguimos queriendo hoy. Por eso, ya sea pensando en un público infantil como pensando en los mayores, debemos producir una obra que nos atrape a nosotros. Es el primer paso. El segundo paso vendrá o no vendrá; dependerá de muchos factores, inmanejables. Lo que sí es cierto es que si ese segundo paso se da (el interés del niño por la historia que le estamos ofreciendo), quiere decir que el primer paso fue el correcto: habíamos escrito una historia que a nosotros nos gustaba, y no algo que nos disgustaba pero que suponíamos que a alguien (pequeñito) iba a interesarle.
Sé que mi opinión no resuelve el enigma, pero al menos es un pedido a los colegas para que, a la hora de escribir ciertos libros, pensemos que también estamos escribiéndonos para nosotros; para el nosotros que fuimos hace algunas décadas.
Ya concluyendo este texto, me recuerdo en alguna fría siesta de invierno, parecida a ésta, con los dedos ateridos saliendo apenas por debajo de las mantas para dar vuelta otra hoja y continuar leyendo algo que alguien había escrito para él, pero que hice mío.
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Rogelio Ramos Signes - Escritor. Autor de En busca de los vestuarios, ganador del premio al mejor libro ilustrado de la Asociación de Literatura infantil y juvenil.