1
La misa deja de oficiarse en latín
Fue el primer documento que la Iglesia aprobó durante el Concilio Vaticano II. Motivó un gran debate, ya que hasta ese momento la misa se oficiaba en latín, con el sacerdote de espaldas al pueblo. Los fieles que no sabían latín solían rezar el rosario o aprendían de memoria las fórmulas para responder. Había que hacer sonar la campanilla para indicar el momento de la consagración. Con la misa en el idioma del pueblo, los fieles tienen más participación y pueden entender el rito.
2
Los obispos se suman al gobierno eclesial
El Papa ya no está solo en el gobierno de la Iglesia. Se completa una discusión que había quedado trunca en el Concilio Vaticano I. Los obispos pasaron a formar parte del gobierno de la Iglesia Universal (Colegio Episcopal), con el Papa a la cabeza. El papel del obispo aumenta en capacidad de decisión. Aparece por primera vez la figura del sínodo, donde los obispos en todo el mundo se reúnen y tratan los temas de la iglesia universal (en general cada tres años).
3
El laicado toma visibilidad
A partir del Concilio Vaticano II se pone en pie de igualdad a todos los miembros de la Iglesia, por su carácter de bautizados. Se revaloriza al laicado como miembro esencial del Pueblo de Dios. La igualdad es esencial porque antes de ser obispo o sacerdote, que son funciones de servicio, lo que importa es la inserción de la persona en el Pueblo de Dios por medio del bautismo. A partir de esta visibilidad, el laico tiene participación activa y esencial dentro de la Iglesia.
4
La Iglesia se abre en diálogo al mundo
A partir del Concilio Vaticano II se establecen canales de comunicación entre la Iglesia y el mundo por medio de las instituciones. Este diálogo permite colaborar con el bien común, con la sociedad en general. La Iglesia promueve este diálogo a través de su Doctrina Social. Este cuerpo de conceptos denominado Doctrina Social de la Iglesia es una guía para resolver todos los problemas que se plantean a nivel social, pero a la luz de los valores del Evangelio y desde la Ética.
5
La Iglesia toma distancia del Estado
El Concilio Vaticano II plantea la necesidad de separar muy bien lo que es Iglesia de lo que es Estado. Concluye con una larga tradición de unión entre el poder político y el clero. Se separan como entes diferentes. La Iglesia establece una nueva relación con el poder temporal y deja atrás el concepto de Estado Católico. Esto significa que ni los gobernantes ni las leyes deben necesariamente ser católicos. La independencia de los dos poderes es uno de los grandes cambios sociales.
6
Inicia el diálogo interreligioso
La Iglesia busca la unidad de los cristianos, abriendo el diálogo con otras iglesias evangélicas y ortodoxas (diálogo ecuménico). Esta apertura también se extiende a religiones no cristianas, como el judaísmo. La Iglesia busca dejar atrás siglos de desencuentros violentos. El Papa Juan XXIII hace eliminar de las misas toda frase ofensiva para los judíos, como aquella que se rezaba los Viernes Santos en los que se oraba por la conversión de los "pérfidos judíos".
7
Derecho a elegir la educación de los hijos
El Concilio Vaticano II se pronuncia por el derecho universal a la educación de todo niño y joven, y de los padres a elegir el tipo de educación que desean para sus hijos. El profesor Juan Carlos Hourcade dice que el Estado debe garantizar ese derecho permitiendo que en todas las escuelas se enseñe la religión que profesan los alumnos (no sólo la católica). Sólo así los padres tendrán acceso real a ese derecho, cuando no pueden pagar un colegio católico privado.
8
El rol de los medios de comunicación
Por primera vez, en un concilio la Iglesia toma en cuenta la importancia del papel de los medios de comunicación social en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Incluso durante el debate del Concilio, que comenzó siendo secreto y se mantuvo así durante los dos primeros años, se abrió, poco a poco, a la prensa. Al principio no había acceso a los periodistas pero luego el diario L'Osservatore Romano publicó un resumen de todo lo que se debatía.
9
Promueve el derecho a la libertad religiosa
Un pronunciamiento no menos importante fue el reconocimiento del derecho a la libertad religiosa. Implica que nadie, ni siquiera el Estado, puede impedir a una persona asumir una fe religiosa (o ninguna fe) y tampoco imponer alguna (o la no religión). Monseñor Karol Wojtyla, luego Juan Pablo II, fue uno de los más entusiastas colaboradores en ese tema, por todo lo que había vivido en su Polonia natal en los tiempos del nazismo.
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Renueva la vida religiosa
El Concilio Vaticano II promueve nuevas pautas para la vida religiosa, aunque mantiene su triple voto de pobreza, castidad y obediencia y también la opción por la vida exclusiva de oración y contemplación en ciertos casos. Lo más importante es que hizo recuperar la frescura, la sencillez y el compromiso de la vida religiosa al servicio de los más pobres y de los excluídos. El Concilio hizo renovar el deseo de volver a los orígenes del Cristianismo.