Al parque 9 de Julio lo abrasa el sol de un día peronista. La presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, aún no ha subido al avión que la traerá a Tucumán, circunstancial capital de la República Argentina. En el hipódromo, sin embargo, ya se han montado el escenario y todo el despliegue de convocatoria del aparato alperovichista. Pancartas, banderas, globos y, sobre todo, mucho color. Colores diferentes para distinguirse del resto de sus iguales. Porque todos aguardan por ella, que es la figura destacada del acto patrio, pero además quieren mostrarse ante el gobernador, José Alperovich. Que él vea, con sus propios ojos, que han cumplido la consigna. Así, para cuando son las 11, cada coro (en la jerga política les llaman barras) ocupa el sector que le ha sido asignado en la puesta en escena. Los dirigentes se muestran nerviosos, pero dicen estar satisfechos. Aseguran que se ha alcanzado el número pedido por el gobernador: 40.000 voces para vivar a Cristina. Algunos exageran y hablan de 50.000. Otros, menos generosos, murmuran que -con suerte- había 30.000 personas. De todas formas, antes del mediodía, aún queda un espacio vacío entre la multitud. Justo frente al tablado. Y nadie se acerca. Porque ese lugar de privilegio ha sido reservado para el movimiento que se llevará todas las miradas (en especial, las de la Presidenta). Allí va La Cámpora.
Acto I: Leones enjaulados
De fondo resuenan estridentes acordes de chacareras y carnavalitos, musicalización ideal para el cálido festejo patrio. Con su estilo altisonante, el animador Adolfo Nicolaus va presentando a los cantantes desde el escenario. No todos tienen tiempo de escuchar música. En la entrada del hipódromo hay una mujer que camina como leona enjaulada, de un lado al otro. Lleva una pechera con la frase Viva la ciudad y un gesto de aflicción.
- Yo tengo dos colectivos de la línea 6, te los mando para allá-, le grita a un celular. La escena se repite varias veces, con diferentes actores que llevan distinto vestuario. Ella, por ejemplo, respondía al intendente de la capital, Domingo Amaya, quien se encargó de llenar casi todo el flanco norte del público. Al jefe municipal le dieron mucho espacio, pero lejos.
En el centro, a unos 40 metros del escenario y detrás de unas vallas, se acomodaron la mayoría de las voces del interior. Un gran porcentaje tenía gorras y remeras amarillas con la leyenda "Barrial José Castillo". Con esta tropa, el ministro del Interior, Osvaldo Jaldo, justificó por qué es uno de los predilectos de Alperovich. El funcionario se apoyó en varios intendentes para mostrar fidelidad.
En el ala sur, a la izquierda del escenario, quedaron los grupos movilizados por legisladores (Ramiro González Navarro, Marcelo Caponio y Carlos "Alito" Assán fueron algunos de los que más cotillón llevaron). En este extremo, cerca de unas tribunas, se levantó un polvaredal. Hubo gritos y algunos golpes. Dirigentes que respondían a "Alito" Assán y a Guillermo Gassenbauer se cruzaron durante algunos minutos. "Siempre hubo pica entre ellos", lanzó un oficialista.
Acto II: Últimos y primeros
El secretario de Seguridad Ciudadana, Eduardo Di Lella, va de un lado al otro repartiendo instrucciones a los policías. Afuera ya está la columna de La Cámpora, nutrida por varias corrientes internas. Se abre un camino entre la gente y por allí avanzan. Llevan atadas a cañas huecas de hasta siete metros de largo grandes banderas con el nombre del movimiento y consignas kirchneristas. Son los últimos en llegar pero están tranquilos. Saben que tienen un lugar protagónico en la puesta en escena oficialista. Por eso, sin prisa, despliegan sus trapos frente al tablado.
"Por favor, enrollen las banderas", implora Nicolaus, con simpatía, desde el escenario. Los jóvenes de La Cámpora no acusan recibo del mensaje. En el corralito de vallas que les prepararon quedan bastantes huecos, y los que llegaron desde el interior se tientan por ocuparlos. Un grupo que lleva estandartes de "Kelo" Dip cruza el cerco y se encuentra de frente con el rigor del movimiento kirchnerista. Los separaron rápido, pero alcanzó para que se entendiera quién iba a marcar el ritmo del discurso presidencial. A los espacios vacíos, al final, los ocuparon militantes de Kolina y seguidores de la senadora Beatriz Rojkés.
Acto III: Avanti, Morocha
A las 14, Nicolaus se despide del público y anuncia la llegada de la Presidenta. Una presentadora toma el micrófono y ratifica la noticia. Cristina; el vicepresidente, Amado Boudou; la senadora Rojkés y su esposo, el gobernador, llegan en dos vehículos y suben al escenario por la parte trasera, lejos de la multitud. Desde el seno de La Cámpora suena una trompeta y un hombre canta Avanti Morocha, casi un himno para los fieles K:
- No tires la toalla, que hasta los más mancos la siguen remando...
El sector amayista despliega desde la distante tribuna una bandera con la caricatura de Néstor Kirchner. El intendente observa satisfecho desde el escenario, junto a las figuras de la jornada.
José Alperovich, avisa la presentadora, dará el primer discurso. El mandatario se pone los lentes y suelta ante el micrófono palabras de agradecimiento para la jefa del Poder Ejecutivo Nacional. - ¡Cristina, Cristina, Cristina corazón...!-, exclaman los camporistas. Más tarde cantarán "Néstor no se murió, Néstor no se murió", y una proclama para que el peronismo vote a la Presidenta en 2015.
La voz ronca del gobernador resuena durante 10 minutos en el hipódromo. Tras los aplausos es el turno de ella. Todos la están esperando. Pero, desde el público, lo único que se ve son los trapos de La Cámpora. Entonces, la mandataria les da la orden de enrollar banderas. Ellos la acatan. De paso, Cristina le grita a un hombre que estaba filmando. Así, pudo saludar a quienes se movilizaron desde diferentes puntos de Tucumán y de otras provincias.
En media hora, la Presidenta repasó logros de la gestión K, como el crecimiento del PBI y la creación de empleos. "El próximo 3 de agosto, Argentina terminará de pagar el corralito de los dólares que se hizo en el año 2001", anunció entre aplausos. Sobre el final, los camporistas prometieron que "en los malos momentos los pibes van a estar". "Sé que es cierto", contesta ella. Le regala mimos a la juventud militante, menciona a Eva Duarte como ejemplo (
¿Cómo no iba a revolucionar este país, si era mujer y joven?
), y le agradece a Tucumán:
- ¡Feliz Día de la Patria!
Esas palabras cerraron el acto. Luego, los movilizados guardaron sus banderas, casi todas con el nombre de algún político estampado. Pocas llevaban sólo el celeste y blanco que teñía el cielo en un radiante día peronista.