El cine de Hollywood fue una máquina de realizar filmes que abordaron la tensión generada en el período conocido como la Guerra Fría entre el gigante americano y la ex Unión Soviética. Y todos fueron exitosos, al menos en la taquilla. Y demostrando que la crisis también afectó a los guionistas se desempolvó la idea del complot internacional. La teoría de la conspiración es revivida una y otra vez. Y ésa es la propuesta del director de "Misión secreta". Nada es lo que parece, incluso el nombre original de la cinta es un simple y directo "doble" que hace referencia a quienes se pasaron de bando sin abandonar al que lo contrató originalmente.
En algo más de una hora y media el director Michael Brandt da vida a un filme cuya pretensión es no defraudar a quienes fueron sus mecenas y recuperar lo invertido. Y lo consigue. Con la estructura de un clásico policial de acción e intriga demuestra que con ese guión se puede prescindir del sexo y de los efectos especiales. Y si a la historia la apuntalan Richard Gere y Martin Sheen se gana en tranquilidad.
Con una estructura que recuerda, por momentos a "Sin salida" el filme que catapultó a Kevin Costner en 1987, pero sin el ritmo de narración, "Misión secreta" plantea, tras el asesinato de un político norteamericano que alertaba sobre los espías rusos en su país, una suerte de policial en el que abundan los espías de la CIA, el FBI y de la Rusia actual.
Y para resolverlo se apela al oficio de un ex agente, un correcto Richard Gere, quien es presionado para volver al ruedo por el director de la compañía, el siempre solvente Martin Sheen. Pero falta un novato, papel asignado al por momentos inexpresivo Topher Grace, para que forme pareja con el avezado espía. Al combo sólo le falta un asesino y Tamer Hassan lo aborda haciéndolo muy creíble.
Se suceden las órdenes y contraórdenes de los jefes de la seguridad del país del Tío Sam para su gente. Hay tensión, a pesar de que en algunos pasajes los diálogos son ingenuos, y las persecuciones por las calles están a la orden del día, al igual que los asesinatos.
Intriga y suspenso que atrapa desde el comienzo al final -un tanto forzado- a la platea que va a disfrutar viendo una película que entretiene. El tema es el de siempre. El único mérito del director es no haber abordado la historia desde ninguna otra óptica que no fuera el cine pochoclero y haber confiado su suerte a la labor de Richard Gere y de Martin Sheen.