En el anfiteatro de la Facultad de Ciencias Naturales no volaba una mosca: después de una breve introducción, el arqueólogo Jorge Funes puso play y un mundo tan antiguo como desconocido empezó a revelarse para los alumnos de sexto año de la escuela Barrio Policial, de Tafí Viejo. No hubo maravillas ni deslumbramientos técnicos; una cinta casera filmada hace años fue suficiente para atraparlos y hacerlos conocer cómo eran las herramientas que usaron los hombres originarios de nuestra región para asegurarse el alimento y el abrigo. Más tarde, ellos mismos pudieron construir puntas de lanza y cuchillos con los que se convirtieron en cazadores por un día.

El taller arqueológico experimental "Confeccionando herramientas de caza prehispánica" se dictó como parte de las actividades de la Semana de la Ciencia y la Tecnología. Sobre esta última palabra -tecnología- puso el mayor énfasis Funes: explicó que hace referencia al conjunto de conocimientos y de herramientas para satisfacer las necesidades del hombre.

A partir de elementos arqueológicos encontrados en el desierto catamarqueño y también de réplicas realizadas por ellos mismos, los especialistas mostraron puntas de lanza talladas en material lítico como el basalto y la obsidiana, que el hombre primitivo utilizó para cazar, cuerear y trocear animales como la llama, el guanaco y la vicuña. Las filosas puntas eran colocadas en cañas macizas y amarradas con tendones, tientos o cueros de los animales.

"Me gustó la comparación entre las armas antiguas con el proceso de construcción de cajones para las verduras que se usan ahora. En realidad, no conocía ninguno de los dos procesos", contó la alumna Lorena Beduino después de ver el video. Efectivamente, lo que se mostró es que en la antigüedad el proceso de manufactura de herramientas también estaba planificado, como lo está ahora la industria.

Alma de boy-scout
Cuando terminó el video, el grupo se trasladó hacia los jardines de la Facultad para ver "en vivo" réplicas de lo aprendido. Algunos se animaron a percutir piedras de basalto para obtener lascas filosas y luego darles la forma puntiaguda altamente penetrante de las lanzas. Para que no queden dudas, el equipo de arqueólogos llevó un trozo de carne y los chicos pudieran experimentar con las herramientas que habían construido.

Para Bruno Lazarte, la confección de armas antiguas fue muy similar a lo que se había imaginado, pero le gustó verlo de cerca. Con un espíritu de boy-scout, su compañero Gabriel Salinas le encontró la vuelta: "está buenísimo porque es muy sencillo y puede ser útil; habría que aprender a hacerlo bien y ponerlo en práctica".