Los hubiera y hubiese se cuelan sin que nadie los llame por el lenguaje
de la familia Ríos. "Julieta tendría 11 años ahora. Creo que hubiera
sido igual a su hermano", resalta Mercedes, la mamá de la pequeña que
falleció en 2002, cuando tenía un año y tres meses. "Estaba tan flaquita
que le entró un virus y no pudo defenderse. Tenía desnutrición de
tercer grado", recuerda la mujer. La familia sigue viviendo en El
Naranjo, Burruyacu. La diferencia es que hace una década habitaban una
casa de madera en un terreno prestado y ahora tienen un hogar digno, el
cual consiguieron a través del Instituto de la Vivienda. Eso sí, algunas
cosas no cambiaron: no tienen luz ni agua potable. "Hay poca plata, mi
esposo sigue desocupado. Hace un mes yo conseguí trabajo en una
citrícola y estoy mejor", detalla. Después de la tragedia, Mercedes
aprendió que puede faltar todo menos la comida. "Si tengo un peso compro
alimentos", cuenta la mujer, de 40 años y madre de tres chicos que
comen muchos fideos, polenta y arroz. De vez en cuando algo de carne.
Del sabor de la fruta ya no se acuerdan. "Es imposible comprarlas con el
precio que tienen", dice la mamá. Y confiesa que cada mañana aún se
levanta con la sensación de haber dormido junto a su pequeña Julieta.