Según Brascó, cuando un enólgo hace un corte de vinos hay decenas de opciones entre las que hay que elegir para procurar el blend que se está buscando. Para diferenciarlos -explicó en una entrevista con la revista Rolling Stone- se les pone un nombre: "dame el cítrico", "el que tiene gustito a eucaliptus", "el avainillado". Una forma de caracterizar los diferentes sabores. "Pero cuando te dicen que un vino blanco tiene aromas a flores blancas, es un invento total. Aromas a cuero de montura sudada, qué sé yo… ¡Macanas!" Con respecto a con qué hay que acompañarlo, explica: "se toma en la comida, que es la forma inteligente y culta de entrarle al vino, porque el vino cumple una función gourmet. Fuera de las comidas es para los bobetas".