Cristina Fernández ha decidido cambiar el eje de la futura discusión política. Confió en los chicos y relegó a los viejos adláteres del kirchnerismo a los espacios más alejados del calor del poder. Viviendas nuevas y no comprar usadas, señaló ayer la presidenta de la Nación al lanzar el plan "Viviendas para todos", procreado por ella, por el viceministro de Economía, Axel Kicillof, y por el titular de la Anses, Diego Bossio. La escenografía kirchnerista está renovada, aunque Guillermo Moreno sigue siendo tan poderoso como siempre, bajo las sombras. Allí donde la discusión adquiere otros ribetes, menos coloquiales.
Así se presentó en sociedad el neocristinismo, pero la casa no está en orden. El dólar sigue haciendo mella en la sintonía fina que el Gobierno pretende aplicar a la economía. A cualquier precio, aunque eso pueda significar -con el correr de los meses- un cheque en blanco que el mercado le pasará a cobrar cuando no haya margen de maniobra. Un día hay desdolarización y al siguiente se aborta la idea. Otro día se avanza hacia la pesificación y en menos de 24 horas se desmiente la estrategia. Lo concreto: la población ya no puede acceder a los dólares porque el Estado no se lo permite. Curiosa clase de intervención: primero fueron por los precios, al tratar de mostrar -vía Indec- que no la inflación está controlada. Eso es una semiverdad; sólo en las estadísticas oficiales, porque se encarece el costo de la canasta familiar. Está claro que ninguna familia puede alimentarse con $ 22 al día.
No obstante, el mundo aún le favorece a la gestión. Los grandes países consumidores continúan demandando materias primas que llevan, por ejemplo, a que la soja esté por encima de los U$S 500. Así, las reservas internacionales del Banco Central pueden sostenerse en los U$S 47.000 millones y darle alas al Gobierno nacional. También la soja puede seguir alimentando a los gobernadores, para que estos vuelquen el dinero del Fondo Federal Solidario en obras públicas para municipios y comunas. Claro está que es sólo una parte, una mínima porción de la gran torta sojera que se come -de postre- la Casa Rosada.
Una gestión nacional medianamente rica, con provincias medianamente pobres -en la mayoría de los casos- y también indigentes -aquellos distritos que ya no pueden pagar siquiera los sueldos a los estatales-.
Una economía en franca desaceleración, con un cepo cambiario cada vez más fuerte, en medio de los temores por el posible coletazo europeo en el principal socio argentino, Brasil. Así va consumiéndose el primer semestre del año.
Cristina Fernández piensa más allá. En las elecciones del año próximo. Tal vez en esa ruta transite este Programa de Crédito Argentino del Bicentenario (Procrear) que pretende beneficiar a 400.000 personas, el 1% de la población total de la Argentina. El Gobierno intenta pararse nuevamente en el centro del ring para darle pelea a cualquier sector que ose enfrentarle. Ahora dominará las expectativas de las familias que, por estos días, sólo buscan cubrirse de la inflación. En Tucumán, José Alperovich también querrá subirse a esa ola que, en el pensamiento de la oposición, puede incluir reforma constitucional. Hay algunas ideas para aprovechar el plan Procrear. Por ejemplo, expropiar tierras en el sur de esta ciudad para construir viviendas nuevas. Otro Lomas del Tafí. También alguien rememoró que, al estar incluidos los terrenos del Onabe, puede generarse la necesidad de avanzar sobre terrenos donde hoy funcionan -y no- los ferrocarriles. ¿Un Puerto Madero a la tucumana? Demasiadas especulaciones para un millonario programa que aún está en proyecto.