Alberto Nicolini (Nico), vital profesor consulto, es prócer en la Facultad, y no sólo porque enseña Historia de la Arquitectura desde el 59, cuando se vino a Tucumán, recién recibido en la UBA. "Vinimos seis profesores a dictar Antigüedad, Grecia y Roma, y tuvimos que dar el curso entero -rememora-. Recuerdo agradecido la gestión del ingeniero Galíndez, que era el decano, quien con Sacriste operaron en la época del gran rectorado de Virla (56-66)".

"Para un Tucumán posterior a la llegada del ferrocarril y el desarrollo industrial, la arquitectura modernista era muy representativa y novedosa respecto de la de la industria azucarera o la francesa, con las grandes mansiones a la manera europea (como era el modelo de la Argentina de fin del siglo XIX). Luego, el entender la arquitectura propia se fue haciendo cada vez más importante y, sobre todo, reconocer como nuestra la que diseñaba el mismo Sacriste -explica-. En el 64 hicimos el primer estudio sobre la Quebrada de Humahuaca. Entonces se gestaron libros sobre el Patrimonio arquitectónico de los argentinos (1989) donde abarcamos las cinco provincias del NOA, a la manera de gran inventario gráfico de todos los edificios más importantes que se habían hecho en la región".

Nicolini sostiene que la influencia de la Facultad en el paisaje arquitectónico sin duda ha influido en edificios puntuales. "Pero el problema grave de Tucumán es que no ha sido construida más globalmente por los arquitectos, sino por constructores, por ingenieros o desarrolladores de arquitectura", indicó.

El arquitecto, militante de la defensa del patrimonio, afirma que a las autoridades les cuesta valorizar la arquitectura, y remata: "en Salta tuve la experiencia personal de que el gobernador estaba absolutamente informado de por qué había que salvar el teatro Victoria, de Alberto Prebisch, equivalente al Gran Rex de Buenos Aires y a nuestro cine Plaza. Acá, para que no fuera demolido, hubo que hacer unas cuantas marchas".