- ¿Por qué decidiste abandonar Buenos Aires y una exitosa carrera laboral para dedicarte a escribir?
- Luego de mis viajes a Oriente y ese leve despertar hacia el sentido, el mundo de polvo y sus luces de neón dejaron de cautivarme. El ámbito laboral me resultó ínfimo frente a las posibilidades que te da el mundo interior. Aquello que la sociedad llamaba éxito, para mí, era vacío. Ninguna premiación capitalista sustituía el júbilo que, a veces, te da escribir.
- ¿Cuál ha sido tu experiencia con tus textos en la web y cómo imaginás que se desarrollará la relación entre literatura e Internet en el futuro?
- Altamente gratificante. Uno se espeja con distintos autores, artistas, lectores de diversos lugares del planeta e interactúa con ellos en forma dinámica. Me ha permitido conectarme con más de 30 artistas plásticos que han representado mis aforismos sin siquiera conocerlos físicamente. No obstante, hay todo tipo de público. Desde el lector que pulsa lo que uno escribe a aquellos que juegan en la red, que pueden o no ir haciéndose lectores. Internet es el presente, día a día va corriendo las fronteras de lo que antes llamábamos libro. Intuyo que el libro va a terminar siendo un objeto de culto para quienes amamos -además del contenido literario- su textura, su aroma, sus hojas, su tapa, su diseño, etcétera.
- ¿Por qué te inclinás por el aforismo y por qué crees que el género tiene tan pocos cultores?
- Hace algunos años, a mis 16, mi madre me acercó las Voces de Porchia; quedé perplejo, fue toda una revelación. Encontré un modo de expresión nuevo para mí, una forma singular de escribir: aguda, expansiva, esencial, luminosa. De inmediato me imbuí en los laberintos en los que cada palabra es inevitable, donde todo es determinante -una coma o un acento pueden cambiarlo todo. Es difícil saber por qué hay tan pocos autores. Probablemente es un don para algunos; no es fácil, como decía Nietzsche, "decir en diez frases lo que otro dice en un libro, lo que ningún otro dice en un libro." Lo único cierto es que el camino del aforismo es arduo, pues no admite error, y pocas veces uno se siente complacido. Al no caer en la obviedad, al encontrar ciertos interrogantes a un misterio, al hallar alguna que otra respuesta, cuando uno logra cierto sentido estético u obtener en un breve pensamiento la potencia de un relámpago.
- ¿Cómo analizás el éxito de ventas que tuvo José Narosky y por qué creés que la obra de Antonio Porchia es tan excepcional y escueta?
- Son dos exponentes del género diametralmente opuestos. El primero eligió el camino de la simplicidad, lo cual le permitió escribir varios libros que tuvieron eco en un público masivo conquistado en la radio y en la televisión; de allí deriva la solubilidad de su obra. Antonio Porchia, por el contrario, es un poeta necesario, maestro, entre otros, de Juarroz y de Pizarnik. Buceó y naufragó -en el sentido de animarse a más- en las profundidades. Desde ese sitio inhóspito fue gestando su obra, a partir de su existencia; de hecho, abandonó tres cuartas partes de ella, relegándolas al olvido. Esa búsqueda de despojo permanente, de podar para siempre aquello que no es imprescindible decir. En una de sus Voces lo ilustra bien: "Y seguiré eliminando las palabras malas que puse en mi todo, aunque mi todo se quede sin palabras." Yo no diría que la obra de Porchia es escueta sino todo lo contrario; es eterna, por momentos llega a hermanarse al sentido del Tao. Uno puede releer sus Voces y encontrar nuevos significados, pero comprendo que aquello que en Occidente llamamos éxito precisa de largos volúmenes para sustentar un camino literario. A mí, en cambio, me maravilla que haya escrito un solo libro. Suficiente. Lo justo. Lo que sí o sí había que decir para que al mundo no le sobrara nada y sin embargo se ensanchara.
- ¿Por qué creés que tantos jóvenes escriben poesía y, al mismo tiempo, se venden tan pocos libros de poesía?
- Dudo que muchos de los jóvenes que escriben, "hagan" poesía cuando creen que lo hacen. Seguramente hay una búsqueda de una respuesta a un dilema sentimental o existencial. No se venden libros de poesía porque casi no hay poetas. El mundo de la literatura es una especie de feria donde los resultados de las ventas encasillan el producto. Pero detrás de una obra debe existir un escritor y un libro no ha de ser producto del marketing. No se puede medir una obra por su resultado material. ¿Lo relevante es vender o transformar personas? Luego de leer Del inconveniente de haber nacido, de Emile Cioran, yo fui otra persona, pero nada se modificó en mí luego de leer un best seller. En las últimas décadas la cosmovisión del editor ha virado hacia la búsqueda de respuestas económicas y ahí es donde todos perdemos.
© LA GACETA
UMBRALES
Por Alejandro Lanús
Estuve a un paso de lo infinito.
Y por no haber dado un paso más,
ahora doy infinitos pasos.
………………………
Y vos que decías que el olvido hace huecos en la nada:
los labios retuvieron las formas de cada temblor.
………………………..
RECUERDOS
Por Alejandro Lanús
Recuerdo esos patios grises,
las vecinas con sus bolsos de mercado,
mis maestras lungas.
Todavía me veo escondido en un juego
ayudando a papá a arreglar imposibles,
riendo con mi hermana hasta la gloria de la risa.
Recuerdo cuando comprendí que el sinsabor
de la adolescencia sólo se disimularía
o, a lo sumo, se negaría hasta la muerte.
También recuerdo
mi primer deseo de cambiar el mundo
y aquel barco que no me llevó a otros mares.