Qué hubiera pasado si... Diego Barrado seguía en cancha, si Deivis Barone ponía el freno ante esa pelota que se iba y que terminó en un penal infantilísimo, o si arriba Atlético exprimía al máximo la floja defensa de River, en total desentono con el resto sus líneas. Nadie lo sabe.
Las conjeturas sirven como lo que son y nada más. Lo que si quedó claro es que el "decano" fue uno hasta que perdió a su distinto, ese que ordenó la subida de todo el equipo hasta los 13', cuando tuvo que retirarse. Barrado hizo de la dupla Carlos Fondacaro-Daniel Salvatierra la alarma del "millonario", que hasta esos momentos no supo cómo frenar la conexión por derecha y que hasta terminó sufriendo un gol de colección. Si el 4 la mandó a guardar de cabeza era porque de verdad River no la pasaba bien.
Con la salida del 10 y el ingreso de Silvio Iuvalé la historia cambió. Para mal claro, porque el equipo quiso ser el mismo, intentando siempre por derecha, pero sin suerte. Ya no tenía la misma calidad. Allí sacó provecho el contrario, con César González como figura. "Maestrico" comenzó a resaltar con sus distinciones a tal punto que no sólo era el mentor de los suyos sino también el responsable de la igualdad.
Con el penal de Barone salió a la luz el porqué de la preferencia de los de Juan Manuel Llop de apostarle todo a la banda derecha: del otro lado había un Carlos Sánchez hambriento, a la espera de una pelota mal jugada que pudiera terminar en sus pies y que quedara lista para trasladarse en velocidad hacia los dominios locales. Aquella sola subida del volante ajustó los papeles de cada uno en la cancha.
En el segundo tiempo el desenlace en favor de la visita se anticipó con el ingreso de "Chori" Domínguez, que asistió a David Trezeguet para el lujo. El gol de Barone fue una falsa ilusión para algo que ya estaba perdido, pero que terminó siendo un premio para un Atlético que mereció mejor suerte.