El director Peter Berg no vaciló a la hora de perfilar esta producción: entretenimiento pochoclero aun a costa del ridículo. Por eso cuesta creer lo que pasa en la pantalla durante el primer tercio de la película, porque la presentación de los personajes se convierte en un perfecto manual de lugares comunes y de situaciones poco convincentes. Al punto que la llegada espectacular y violenta de las naves extraterrestres se convierte en un verdadero alivio para el espectador, ya cansado de los estereotipos que están desfilando por la pantalla. A esta altura, la diversión puede consistir en buscar las "fuentes de inspiración" de la película: entonces, la lista será larga y forzosamente incompleta: desde "Transformers", "El día de la independencia", "La guerra de los mundos" o "Pearl Harbor" hasta la saga de "Alien" o el mismísimo "E.T.".
Cuando Berg se dedica a las escenas bélicas propiamente dichas, el resultado es mejor, pero la apelación a los lugares comunes y a las obviedades no afloja. Las actuaciones están en línea con esta pobreza de objetivos, al punto que uno lamenta la presencia de un caricaturesco Liam Neeson (a distancias siderales de "La lista de Schindler" o de "Cinco minutos de gloria"). Así, tanto la historia central como las subtramas (como la de la novia del protagonista al rescate del veterano de guerra resentido por la pérdida de sus dos piernas) no deparan la menor sorpresa a lo largo de más de dos horas de proyección.
Desde luego (y aunque suene reiterativo a estas alturas) hay una factura técnica irreprochable: las escenas de los enfrentamientos entre las naves alienígenas y los barcos terráqueos son espectaculares, sumamente vistosas y realizadas con un nivel de precisión apabullante, aunque lo que se muestre sea un acorazado "derrapando" sobre las olas como si fuera un auto de rally. Si uno está dispuesto a disfrutar de estas escenas y hacer abstracción de casi el 90 por ciento del guión, este es el programa indicado.