"Para competir en suelo inglés, entrenamos en suelo argentino". La frase que cierra el aviso abre el debate obligado. Las sensaciones que produce son muchas. Lo primero que surge es el deseo que más que un spot eso sea realidad. Las Malvinas siempre tuvieron ese toque mágico que hace que los argentinos las sientan como propias, más allá de la postura inglesa que rechaza la discusión de la soberanía. Pero al mismo tiempo aparece el interrogante obligado: ¿era necesario introducir al deporte en la discusión? ¿Hacía falta involucrar a los Juegos Olímpicos? El espíritu de la competencia de Londres no debería contaminarse con la política, aunque todos saben que siempre los políticos usaron al deporte para sus intereses.

Este recurso no es nuevo. Los gobernantes saben que el deporte otorga réditos. El Gobierno lo demostró al decidir tomar el control de la televisación del fútbol primero y de otras disciplinas populares, después. Y si se repasa la historia, los casos son numerosos.

La jugada fue riesgosa, aunque el impacto que alcanzó el spot tuvo la repercusión deseada. El tema de la soberanía de las Islas Malvinas quedó en el tapete una vez más y eso es bueno. Ahora sólo queda esperar que las consecuencias no perjudiquen a los deportistas argentinos que en pocos meses estarán en Londres representando al país. Ellos se prepararon durante cuatro años para buscar la gloria personal, pero a la hora de competir sacarán a relucir el orgullo de representar al país. A muchos les hubiese gustado entrenarse en ese suelo como lo hizo Fernando Zylberberg, pero no para un aviso publicitario sino porque prepararse en las islas sea algo natural para los argentinos. Tal vez en un futuro no muy lejano, ese sueño sea realidad.