Por Brian Love - Agencia Reuters
Lo primero que el "señor normal" (como se autocalifica) François Hollande planea hacer si se convierte en Presidente es reducir su propio salario un 30%. Y una de las cosas que dice que no hará en tiempos de deuda es dar rienda suelta a un aumento del gasto público o a una ola de nacionalizaciones como las que abrió la era del último mandatario socialista, François Mitterrand, en 1981.
El político de la centroizquierda moderada francesa tiene un plan para eliminar el déficit público hasta 2017, mientras aumentará los impuestos, principalmente de los ricos, para financiar los programas prioritarios de gastos en áreas como la educación. Eso no sería suficiente: muchos economistas sostienen que los profundos recortes en el gasto público y un achicamiento del Estado son necesarios para hacer frente a una alta deuda, reactivar la economía y hacer un país más competitivo a nivel internacional. Hollande refuta que la austeridad al estilo griego sería autodestructiva al reducir la actividad económica y los ingresos fiscales.
Más allá de lo económico, su agenda es de una centroizquierda moderna: permitirá el matrimonio entre homosexuales, legalizará la adopción para las parejas del mismo sexo y autorizará la eutanasia bajo estrictas condiciones. Además, ha dicho que no tiene intención de casarse con su actual compañera, Valerie Trierweiler.
Hollande es la contracara del liderazgo narcisista y a veces pretencioso de su rival conservador, el actual mandatario Nicolas Sarkozy. El socialista solía ir a trabajar en una pequeña motocicleta hasta que las demandas de una campaña electoral y los requisitos de seguridad lo dejaron sin su modesto modo de transportarse.
Su jovialidad natural y gran ingenio ha pasado a segundo plano en la época proselitista, aunque no ha desaparecido. Ahora pretende transmitir la seriedad de un estadista. Nunca ha sido ministro, sino que ha dedicando su vida política a la actividad regional y al servicio del Partido Socialista, del que fue primer secretario durante 10 turbulentos años (1997-2007), tras trabajar en la sombra en la oficina presidencial de Mitterrand.
Lo acusan de no tener experiencia, de ser suave e indeciso; pero sus partidarios dicen que su fuerza se basa en su capacidad de generar consenso. Hollande adelgazó y mejoró su aspecto con una dieta que lo privó de una de sus grandes debilidades: el pastel de chocolate.
Si gana, ya dijo que hará una llamada para compartir la noticia con su anciano padre, que hizo campaña para la extrema derecha en la década de 1960, enojado por la pérdida de la colonia de Argelia.