Por Catherine Bremer - Agencia DPA

En cinco años, Nicolas Sarkozy pasó de ser un hombre que ganó con discursos rudos y fuertes, con promesas de dinero en los bolsillos de los trabajadores, a ser el Presidente más impopular en buscar la reelección en Francia.

La ardiente campaña del conservador en el 2007, y la determinación de llegar a la cima pese a ser el hijo de un inmigrante húngaro sin la educación de elite de sus pares políticos, atrajo a los jóvenes votantes, a los trabajadores de las fábricas y a los centristas.

Pero el modo impetuoso y agresivo que lo elevó entonces, no logra seducir a los votantes enojados por el pesimismo económico, y parece estar pesando en su contra.

Sarkozy, que prefiere relojes caros, las camisetas polo y la música pop al buen queso, el vino o la literatura y a veces se muestra más como un peleador callejero que como un jefe de Estado, tiene bajos niveles de popularidad desde el comienzo de su mandato.

Su mayor fracaso, a los ojos de muchos votantes, es que el desempleo llegó a su nivel más alto en 12 años debido a la crisis económica. Sus principales reformas (aumentar la edad de jubilación de 60 a 62 años, flexibilizar la semana laboral de 35 horas, dar a las universidades una mayor autonomía y ajustar el sistema impositivo para alentar las horas extras y la propiedad de la vivienda) le han dado poco crédito entre los votantes.

En su campaña actual, se comprometió a reformar los mercados laborales y el sistema fiscal para impulsar la industria y la creación de empleos, prometió reducir a la mitad la inmigración legal y ofreció referendos sobre políticas claves en un intento por cambiar las cosas a su favor. Sin embargo, muchos franceses comunes dicen que no les gusta su audaz estilo personal y que pueden emitir su voto pensando más en deshacerse de él que por entusiasmo por su rival socialista, François Hollande.

Sarkozy se disculpó por sus groseros arrebatos a principios de su mandato y admitió que envió un mensaje equivocado al celebrar su victoria electoral de 2007 con sus amigos millonarios en un restaurante elegante y tomando prestado un yate de un empresario para descansar. Se comprometió a ser un Presidente diferente si es reelecto.

Molestado por sus tacones de plataforma y su manera inquieta, ha tratado en campaña de actuar en forma más presidencial. En su mandato mejoró las relaciones con EEUU, devolvió las fuerzas francesas al comando militar de la OTAN y ayudó a crear las cumbres del G-20 de las principales economías del mundo, atrayendo a las grandes naciones emergentes al foro.