Por Tarek Hallar - Periodista de Río Gallegos, Santa Cruz
RÍO GALLEGOS.- Decir que Las Casitas es un lugar donde la prostitución estaba legalizada de hecho no alcanza para describirlas. Las Casitas son mucho más que eso. Su existencia está ligada culturalmente a Río Gallegos y a su desarrollo durante los últimos 40 años.
La ciudad capital de Santa Cruz, como gran parte de la provincia, cuenta con un bajo índice poblacional que ha ido creciendo en los últimos años más que la media nacional, gracias a la inmigración interna de trabajadores para sectores como la minería, la construcción, el petróleo y la pesca.
La llegada de inmigrantes a Santa Cruz es una constante desde siempre, como también lo es la presencia de viajantes y turistas. La zona portuaria de la provincia siempre tuvo una cultura vinculada al machismo.
Desde tiempos muy remotos existió en las afueras de Río Gallegos un espacio donde se desarrollaron actividades nocturnas vinculadas a la prostitución, el juego y el alcohol. A medida que creció la ciudad este espacio debió ser reubicado. La descripción fría habla de un lugar de aproximadamente cuatro manzanas en las afueras de Río Gallegos, en donde se ofrecen servicios sexuales. Pequeños locales con vidrios oscuros y carteles de neón con llamativos nombres, donde se ofrece alcohol, drogas y sexo, atendidos por mujeres en paños menores que además del servicio de mesa ofrecen una especie de contención psicológica, una charla amena y la posibilidad de comprar un "pase" para tener sexo en el mismo recinto.
Si bien las leyes prohíben la existencia de este tipo de prostíbulos, Las Casitas siempre contaron con una complicidad social que las defendía como parte de una cultura pueblerina de antaño, instalada para satisfacer a los visitantes y viajantes que circulaban en la zona.
La pacata mentalidad conservadora de los riogallegenses nunca les permitió hablar en público de este tema, ni cuestionar la existencia de Las Casitas; ni siquiera cuando los medios nacionales comenzaron a dar cuenta de la vinculación de este espacio con los peores casos de trata de personas del país. La negación pública de este lugar resultaba total y nadie se animaba a cuestionarlo, pese a los numerosos hechos delictivos que ocurrían en la zona, que incluían robos, golpizas, venta de droga y por supuesto, secuestro de mujeres para ser sometidas a la prostitución. Las Casitas tenían en Río Gallegos una pintoresca presencia, que resultaba atractiva para los visitantes y parecían darle un colorido distinto a la aburrida capital provincial.
La construcción del relato social hablaba de un lugar donde mujeres de baja moral ofrecían servicios sexuales a turistas y viajantes. Nada se decía de la presencia de los más encumbrados miembros de la sociedad patagónica en la zona, ni del secuestro de mujeres.
El "colorido lugar" dio paso a uno de los peores centros de prostitución y distribución de mujeres del país, vinculado con el secuestro y el sometimiento de mujeres. Santa Cruz se hizo de un lugar en el mapa policial de la Argentina por estar vinculado a muchísimos delitos de este tipo, incluido por supuesto la desaparición de Marita Verón en Tucumán. Juicios realizados en Catamarca, Formosa o Chaco demostraron la existencia de redes vinculadas a la prostitución que secuestraban mujeres para venderlas a estas redes, en las que Las Casitas siempre aparecieron vinculadas. Sin embargo, en Santa Cruz no existe un solo procesado por el delito de trata de personas, ni hay un solo detenido.
Una oscura trama de poder económico, social, político y policial permitieron durante años el desarrollo de este submundo donde convivían el juego, la droga y el sexo.
Hasta la aparición en Santa Cruz de la organización La Alameda, nadie se había animado a cuestionar el funcionamiento de este "espacio recreativo".
Hoy, Las Casitas se encuentran cerradas por una orden de la Justicia Federal, que intervino por la denuncia de la ONG La Alameda. El cierre efectivo se produjo el 6 de junio de 2009 con la intervención de la Gendarmería Nacional, que clausuró todo el barrio. Desde entonces los propietarios exigen la libertad para ejercer el comercio y piden la habilitación de la zona bajo la figura de Cabaret, prometiendo que no colocaran camas para ejercer la prostitución. El cierre de Las Casitas por supuesto que dio paso a la aparición de otras formas de ejercer la prostitución en Río Gallegos, y no fue la solución para eliminar las redes de trata.
Ahora pueden encontrarse departamentos y casas en cualquier barrio de la ciudad donde se ejerce la prostitución, y se detectaron casos de trata de mujeres aun después de ese cierre. La clausura, entonces, no resolvió el tema de fondo sino que evitó su visibilidad, pero nada se avanzó contra las redes de trata. También sirvió a la Policía como justificativo para su inacción actual.
Curioso también fue el debate social que se instaló desde el cierre de Las Casitas en 2009. Una gran mayoría silenciosa apoyó la medida de manera tímida, sin grandes comentarios pero a través del boca en boca, faltando apoyos explícitos públicos. Sólo una diputada provincial apoyó la medida; el resto de la comunidad evitó declaraciones al respecto. Surgieron muchos comentarios contrarios al cierre e incluso algunos representantes del Frente para la Victoria llegaron a sostener que esta medida podría generar violencia sexual, incrementar el número de delitos sexuales el evitar que los hombres puedan canalizar allí su energía sexual.