La expropiación de la petrolera YPF a la española Repsol, nacionaliza una empresa líder del panel de cotizantes de la ya reducida Bolsa argentina por el escaso volumen de negocios, luego del default, estatización de las jubiladoras privadas y retiro de compañías que listaban en su pizarra.
La Argentina tiene un historial de la nacionalización de trenes, teléfonos, banco central, comercio de granos, usinas, ingenios y otros con resultados sufridos por el bolsillo de los argentinos. Esta semana el Estado se apropió de una caja estimada en U$S 1.200 millones en 2012 y dispondrá de la mitad o más para afrontar parte de los subsidios a la energía y a los combustibles (U$S 12.100 millones). También YPF deberá hacerse cargo de parte del costo de las importaciones de combustibles. En 2009 la compañía emitió una obligación negociable a través de un programa por U$S 1.000 millones y el destino de los fondos era rejuvenecer yacimientos maduros mediante tecnología de avanzada. La Comisión de Valores y la Bolsa de Buenos Aires no controlaron y actuaron en connivencia. La caída en el valor de la acción comenzó hace varias semanas, es histórica y golpea duro a inversores locales y extranjeros, institucionales, incluso al propio Estado. La señal de sincerar el precio de los combustibles con el valor global no sería el modo para operar los pozos. La alternativa puede ser la distribución de la actual renta petrolera entre los distintos jugadores del sector.
El subsidio a la energía y los combustibles fue un factor de la competitividad lograda, pero la historia del petróleo muestra que cuanto más cerca estuvo la actividad privada -con precios- de los yacimientos, más rápido se logró el autoabastecimiento, que ahora se pretende con la intervención del Estado.