Fue un debut político de "hacha y tiza". Así puede definirse la presentación del viceministro de Economía, Axel Kicillof, en el Senado. El joven funcionario quiso poner la tiza y la oposición trató de imponer el hacha, por decirlo de alguna forma. En un debate, el uso de ambas herramientas lleva irremediablemente al duelo verbal, más allá de los argumentos que se usen para defender o cuestionar la causa de una discusión; en ese caso la decisión del Gobierno de expropiar YPF. Lo interesante fue que la asamblea pudo ser seguida por la TV, y allí lo inevitable, por el perfil de los asistentes, fue la existencia de la chicana y el peso de la experiencia legislativa de los que llevan años en una banca. Esto entrampó y molestó en algunos momentos a Kicillof, que se sintió cómodo cuando se adueñó del micrófono por más de dos horas para explicar la posición "K". Luego sufrió la "veteranía" de algunos radicales, pero supo ser defendido por los "antiguos" del PJ. Picardía por picardía. Ahora bien, el oficialismo lo lanzó al ruedo para que dé la cara, para mostrarlo como figura de recambio, pero también para que reciba los cachetazos. Nada es gratis en política.