La WWF es una de las entidades internacionales independientes más respetadas. Desde 1961 se dedica a la conservación de la naturaleza y hoy mantiene 1.200 proyectos repartidos por el mundo. Reúne cinco millones de socios, los que reportan a oficinas distribuídas en 100 países. Los miembros de la WWF están hermanados en la lucha por la preservación de la diversidad biológica. ¿Saben quién es el presidente honorario de WWW-Adena, la filial española de esta red? Acertaron: ¡el rey Juan Carlos!
Parece tragicómico, pero en realidad es indignante descubrir en el home del portal de WWF la foto de unos simpáticos elefantitos caminando por la sabana. Muy diferente de la imagen que inundó los medios desde que su majestad se fracturó la cadera en pleno safari. Esa en la que el heredero de la Casa de Borbón sostiene con orgullo su escopeta y detrás aparece un paquidermo abatido (¿agonizando?, ¿muerto?).
Desde hace horas -y con absoluta justicia- se viene haciendo leña del Juan Carlos caído. No vamos en estas líneas a meter el dedo en la llaga de la crisis que padece la madre patria. Con las opiniones de los propios españoles sobre las aventuras del rey mientras la desocupación en su país marcha a todo vapor rumbo al 28% es más que suficiente. Quieren comérselo crudo.
El tema, fronteras afuera, es la hipocresía. Que Juan Carlos es aficionado a la caza -y que se vanagloria de su puntería- no es ninguna novedad. También se recuerda algún bochorno. Por ejemplo, cuando mató en Rusia un inofensivo oso de circo (que al parecer estaba dopado) y quisieron hacerlo pasar como una hazaña.
¿Qué hace un hombre que disfruta matando animales en la presidencia de una entidad que encarna todos esos valores que el rey de España desprecia? Dan muchas ganas de espetarle, Juan Carlos, ¿por qué no te callas?