Antes de ir a Malvinas trabajaba, pero a su regreso a Tucumán fue el primer Presidente de la democracia restituida el que le facilitó el ingreso a la planta permanente del INTA. "Me costó, pero cuando vino Raúl Alfonsín a la provincia, pude acercarme y entregarle una carta; me impresionó su mirada cuando le di la mano. A la semana llamaron desde la Presidencia a mi trabajo para decirme que me quedara tranquilo; y en mayo del 84 quedé permanente", dijo Rubén Zerrizuela, el cuarto ex combatiente de aquella producción del '83, quien hace 10 años vive en Trelew, Chubut, y por esta razón no pudo estar junto a sus ex compañeros de trinchera en LA GACETA. En 30 años, la vida le dio cuatro hijos: Sol (24), David (16), Joaquín (8) y Juliana (4) y un paso por el Movimiento Humanista, que le hizo ver "el valor de un ser humano y sus derechos".
Zerrizuela se considera un privilegiado en relación con las secuelas psicológicas y físicas que sufrieron muchos de sus compañeros. "Sólo algunos sueños pero ningún trauma, nada que sea permanente; me paré frente a la situación tratando de dejarla aparte", afirmó.
Sin embargo, cuando recuerda su estadía en el sur -en la Gran Malvina- , señala que frente al peligro la sensación era de entrega. "Si te toca, te toca, lo demás vendrá solo; por eso no tenía miedo, no sufría", afirmó. Pero asegura haber visto el temor en el rostro de otros soldados. "El día que comenzó el bombardeo, el 1 de mayo, estábamos con una ametralladora antiaérea, comenzaron las explosiones, las bombas, un compañero temblaba, era impresionante el terror y el susto que tenía", acotó.
Y reniega de la guerra: "significa la destrucción de vidas, de paisajes, de poblaciones; no ayuda en nada". Entiende que Estados Unidos sigue siendo un socio del Reino Unido en la pelea contra la Argentina por la soberanía, "porque les interesa el petróleo y la pesca; para ellos es plata, inversión". "Para esos países manejar el mundo por la fuerza es lo más normal, por eso el reclamo diplomático es lo mas justo", opina.
"Malvinas es un sentimiento muy grande, lo digo y me emociono, pero sólo volvería si me lo pidieran mis hijos. Para mí significaría ver un montón de cruces, por tantas vidas que se perdieron por dos o tres opiniones de pelotudos que pensaban otras cosas. Solo no creo que vuelva", asegura.
Además, añade un recuerdo amargo. "Había una gruta a la que íbamos a rezar los domingos, íbamos a misa; pero un oficial nos 'bailaba' a todos; eso me pegó mucho, eso de hacer sufrir a la gente por nada; tal vez pensaban que no iba a llegar la guerra", contó.
"Era un sufrimiento no poder estar en la zona del desembarco, nosotros veíamos de noche las ráfagas, pero era tremendo no saber nada, si estábamos ganando o perdiendo; sólo circulaban un montón de versiones, todo era confuso", señaló cuando se le preguntó qué sintió el día que finalizó la batalla.
"Resulta que todo fue una farsa, la de mandar pendejos para que perdieran la vida, sentimos que fue un esfuerzo al vicio, para que ellos (los británicos) recuperaran las islas. Es feo volver con las manos vacías", manifestó.