Ninguna eligió como primera opción prostituirse. De hecho, todas admitieron que tuvieron que vender su cuerpo por una necesidad económica. Y aunque no reniegan de esa actividad, a la que definieron como un trabajo igual a otro, comentaron que les resulta difícil conseguir otra salida laboral. "Nadie nos obliga. No tenemos rufianes ni maridos. Por eso pedimos que nos dejen trabajar", dijo Lucrecia, una de las 15 prostitutas que habló ayer con LA GACETA y pidió que los locales clausurados por la Dipsa vuelvan a funcionar. Adriana comentó que tiene ocho hijos, y que este oficio es su fuente de ingresos. "Elijo hacer esto, y quiero que me dejen trabajar", reclamó. "Si salgo a buscar otro trabajo, te miran mal por tu aspecto, por los tatuajes. Y en la calle la Policía te amenaza con llevarte presa si no le das plata", agregó Daniela.

En los locales, las mujeres dicen que están seguras y que, de esa manera, escapan a los peligros de la calle. "Adentro no nos persigue la Policía, y hay protección. Lo que cobramos por nuestros servicios es 100 % para nosotras, y los dueños de los locales se llevan la plata de las consumiciones", afirmó. Lía agrega que la opción de los departamentos privados no está al alcance de todas. "Vivimos con el día a día -dijo-, y hay que tener plata para alquilar un departamento. No podemos hacerlo", aseveró. "Esta semana no pude enviar a mi hijo a la escuela, porque no trabajé", explicó Mica. "Nos están empujando a trabajar en la calle, con todos los riesgos que hay ahí", remarcó.

"Si en la calle nos pasa algo, nadie se hará responsable de nosotras. Entendemos la pelea que lleva adelante Susana Trimarco por su hija, pero que no nos meta a todas en la misma bolsa. Simplemente pedimos que nos dejen trabajar", afirmó Lucrecia.

Sacrificios
Casi todas las chicas son madres solteras. Ninguna de ellas tiene pareja. "¿Qué hombre aceptaría a una mujer que trabaje de esto?, -se preguntó-. Pero es un sacrificio que estamos dispuestas a hacer. Si tengo que elegir, elijo darle de comer a mis hijos", insistió Adriana, que dijo ser madre de ocho niños.

Saben que parte de la sociedad mira con desprecio su actividad. Pero dijeron que llevan con la frente en alto su trabajo. "Cuando salgo del local, siento las miradas de los vecinos encima mío. Pero ya no me importa, camino sin que me dé vergüenza", expresó una de las mujeres.

"Tengo amigos que son profesionales y me aceptan sin discriminarme. Cuando estaba en la calle hacía 'punto' cerca de una estación de servicios donde trabajaban ex compañeros del colegio. Los saludaba sin problemas. Así debería ser siempre", contó Lucrecia.

Lía reconoció que si consiguiera un trabajo donde ganar la misma plata que en la prostitución, dejaría este oficio. "Pero ahora lo llevo con dignidad", admitió.

Lucrecia resumió el reclamo de las 15 mujeres: "queremos que se abran los locales y que hagan todos los controles que quieran, inclusive si prefieren que vengan todos los meses".