Quizás sea la última representante de una Argentina que ya no es. Toribia Rosa Salazar cumple hoy 111 años. Nació en el centro de la capital tucumana, en una casa de 25 de Mayo y Corrientes, donde su madre trabajaba como empleada doméstica. Pero tuvo tanta mala suerte que a los cuatro meses de vida su mamá enfermó de una neumonía y falleció. Sus patrones no sabían dónde llevarla y la criaron como pudieron, aunque no precisamente como una hija.
"He crecido como la mala yerba, trabajando, limpiando, cocinando...", cuenta con una sonrisa ancha que apenas deja ver sus encías. Sus ojos se han vuelto casi azules de tantos años, pero no le han quitado dulzura. Doña Rosa ríe y junta sus manos morenas sobre sus labios como si fuera una niña pícara.
En una casa diminuta pero recién estrenada del barrio 260 Viviendas, de Los Vallistos, doña Rosa recibe a LA GACETA rodeada de sus hijos y nietos, orgullosos de la fortaleza que les regala su madre.
A los 15 años el amor llamó a su puerta. "Soy Julio Rodríguez, el que destranca la cloaca", se presentó el joven. Nunca hubiera imaginado que así conocería al padre de sus cinco hijos, y al abuelo de sus 35 nietos, 92 bisnietos y 58 tataranietos.
"Hemos festejado durante dos años, siempre en el zaguán, de ahí no ha pasado. Ya a los 17 años me ha llevado a vivir con él en el ingenio Leales. Mi patrona me advertía: el casamiento es como tirar la taba, nunca sabés qué va a salir. Pero gracias a Dios me ha tocado un hombre muy bueno", reconoce agradecida.
La carga de los años
A los 111 años son pocas las cosas que doña Rosa puede hacer; le cuesta caminar y escuchar, y no puede leer porque nunca la mandaron a la escuela. Pero lo que no resigna hasta ahora es ver los partidos de fútbol por televisión, especialmente cuando juegan Boca y Atlético, clubes de sus amores.
Al hablar del pasado, el halo azulado de sus ojos se vuelve más intenso. "Me la acuerdo con un vestido verde mate, con puñitos, muy bonito y con su cabello bien tirante y con rodete, en el parque 9 de Julio. No digo que me haya dado nada, pero el cariño que ella tenía con la gente era muy grande". Habla de Eva Perón.
- ¿Cuál ha sido para usted el mejor presidente?
- El General Perón, sin duda. Él sabía aconsejar al pueblo. Yo me he ido hasta Santiago del Estero para verlo y poder tocarle la mano.
- ¿Y como gobernador?
- "El que está ahora", dice sonriendo con picardía y señalando el único cuadro que cuelga en la pared del living con la imagen de José Alperovich (se nota que le cuesta pronunciar el apellido y prefiere no hacerlo). "Él me ha dado esta casita hace ocho meses" (antes vivía en el barrio La Milagrosa de Banda del Río Salí). También le regaló una heladera, un televisor, una cama "tendida" ¡y una camiseta de Atlético! "Pero no lo quiero por eso -aclara- sino porque se parece al General Perón".
- ¿Le ha quedado algo por hacer en la vida?
"Sí. Me gustaría ir a la casa del Gobernador y conocer a su mamá y a su señora", dice dejando boquiabiertos a todos.