No existe un complot de los servicios de inteligencia imperialistas para inocular cáncer en los líderes latinoamericanos. Por el contrario, para el psiquiatra Alvaro Corrales, los problemas de salud física y mental que presentan muchos políticos se encuentra, precisamente, en la manera en la que la dirigencia, en general, hace política. Y, según el especialista, en la vocación por retener el poder se encuentra uno de las causas más nocivas. La renovación, así, no sólo es buena para la salud de la república, sino también para la de sus protagonistas.
- ¿Los políticos son más propensos que el común de los ciudadanos a desarrollar desórdenes psicológicos? ¿Por qué?
- Sí, en general hay ciertas actividades. En este caso la actividad política. En determinadas circunstancias y frente a una demanda de respuesta permanente, los políticos pueden presentar un síndrome de distres y este síndrome puede producir cualquier tipo de patología o agravar patologías ya existentes. Quiero citar a Nelson Castro, médico y periodista, y su libro Enfermos de poder, donde describe las diferentes patologías de algunos de nuestros presidentes y otras personalidades. El poder enferma, y más, en mi opinión, cuando se quiere estar siempre en el poder. Nuestros políticos ya no toman descansos: viven de una elección tras otra. Y en algunas provincias hay reelecciones indefinidas. Este continuo estrés tiene un coste psíquico importante, que causa cambios neuroinmunoendocrinologicos, que van produciendo serias alteraciones al organismo. Los políticos en niveles de mayor poder perciben continuamente las situaciones como potencialmente amenazantes. Esto activa de forma permanente nuestro sistema de alerta, hasta que este se quiebra y sobrevienen las enfermedades. Los ejemplos sobran, solo hace falta mirar la cantidad de mandatarios de Latinoamérica que padece cáncer, o la muerte del ex presidente argentino (Néstor Kirchner). Por cierto, no hay ningún plan maléfico de la CIA, como dice el venezolano Hugo Chávez. Más bien hay que culpar al distres. Sería aconsejable que descansen y se distiendan.
- ¿Las campañas electorales los predisponen más a algunos episodios? ¿Por qué muchas situaciones se dan después del proseletismo?
- Sí, las campañas suelen llevar a un distres importante. Los estudios de covariación entre los eventos estresantes vitales bien definidos (campañas políticas) y la enfermedad son muchos y cada vez mas concluyentes. Es habitual, en mi experiencia, la aparición de patologías cardiovasculares y psíquicas en ocasiones graves, que se observan al concluir las elecciones. Se trata de personas que vienen de un estrés crónico y que ponen en juego su vida más que la candidatura. En definitiva la frenética agitación, la exigente campaña acompañada con la sensación de incertidumbre, la competitividad, la aceleración, la hostilidad y la agresividad que se durante el proselitismo, tiene efectos neurobiológicos patológicos.
- ¿Es la política una actividad que está tornándose perniciosa para la salud mental?
- Creo que es bueno distinguir que el problema no es la política en sí,aunque esta pueda ser estresante. El problema radica, más bien, en lo que hacen los políticos y en cómo se hace la Política. Esto es lo pernicioso para la salud mental de ellos y de su contexto. Creo que el problema radica fundamentalmente en que los políticos no quieren dejar de ser políticos. Tendríamos que saber qué dicen del Estado Murray Rothbard o Friedrich Von Hayek: los políticos se eternizan y la sensación de poder secreta tanta dopamina sobre un lugar del sistema nervioso (circuito de recompensa) que se vuelven adictos, igual que la cocaína.
- ¿Hay alternativas?
- Creo que lo saludable para los políticos seria su alternancia en el poder, de esta manera tendríamos más salud mental en ellos. Toda ejecución adecuada de una tarea reduce el nivel de respuesta neuroendocrina y, en definitiva, una buena adaptación sin consecuencias fisiológicas. Pero si la ejecución de la misma tarea se realiza inadecuadamente, ya sea por excesos de estímulos o estímulos nocivos, tendrá implicaciones patológicas.