Sobre la pared del comedor de la familia Ovejero está la postal del dolor. En un cuadro, con un impecable traje de lana celeste y sus cachetes rosados aparece Gabriel Jeremías Ovejero. Había nacido el 22 de mayo de 2007. Fue tan esperado que su papá, Álvaro Ovejero (33), pasaba el día llenándolo de mimos. "Era tan feliz", recuerda. Su voz, pausada y alargada, apenas puede enhebrar las primeras palabras. "No se cómo pasó esto", dice. Su bebé también fue uno de los pequeños captados para el ensayo de las vacunas Glaxo en Santiago del Estero. Al poco tiempo de haber sido inoculado, falleció.
Gabriel pesó 3,400 kg al nacer. Todo marchaba bien hasta que comenzó a tener problemas bronquiales, al mes y medio. Estuvo dos veces internado. Mientras estaba en el hospital, los papás recibieron la primera oferta para que el bebé formara parte del estudio de vacunas denominado Compas, que realizó un laboratorio europeo en Argentina.
"No quería saber nada. Lo habían pinchado tanto por sus enfermedades; me negaba a que le pusieran otra aguja", recuerda. Los agentes sanitarios del barrio Juan Felipe Ibarra, donde vive la familia (al oeste de la capital), insistieron y lo convencieron. "Una de las médicas del protocolo me habló de los beneficios de la vacuna, me dijo que ya estaba aprobada. Pero nunca nos manifestaron que era un experimento. Si me lo hubieran dicho, ni loco lo exponía", apunta.
En la vivienda de los Ovejero el calor se hace más intenso mientras el horno trabaja a full para poder cumplir con todos los pedidos de pizzas que tienen. Claudia, la esposa de Álvaro, prefiere no hablar sobre el tema. Hace unos meses, el matrimonio tuvo un bebé. Sin embargo, el papá admite que nada puede compensar el gigantesco vacío que hay en sus vidas.
"Cuando lo vacunamos a Gabriel empezó a tener broncoespasmos. Lo llevamos al hospital de Niños porque estaba muy molesto y esperamos más de tres horas para que lo atendieran. Nos decían que sólo los médicos del programa de la vacuna podían verlo. Apenas lo examinaron quedó internado; al día siguiente, el 2 de octubre, murió. Nadie nos explicó nada y no nos querían entregar el cuerpo. Ahí sospeché que algo extraño estaba pasando", recuerda Ovejero, que entonces estaba desocupado y ahora es remisero.
"Según averiguamos, por tratarse de un niño que había estado muy enfermo nunca le deberían haber puesto la vacuna", detalla. Por eso, iniciaron una demanda judicial contra el laboratorio, los médicos del protocolo y la Provincia. En el medio, según cuenta, recibió varias amenazas. "Inclusive me quisieron ofrecer dinero para llegar a un acuerdo", detalla, Y agrega: "lo único que quiero es que se haga Justicia para no seguir viviendo con esta angustia".
En los últimos años, Ovejero empezó a investigar y descubrió otras familias que también habían perdido a un bebé en circunstancias parecidas. Hicieron marchas y varios reclamos. Aún siguen esperando respuestas. "Esto tiene mucho trasfondo político; los médicos que hicieron el ensayo estaban protegidos por el Gobierno, no sé si alguna vez se aclarará", sostiene. Está seguro de que hay muchas más muertes de las que se denunciaron.