Cada día será más difícil para Alperovich y Amaya negar sus diferencias políticas. Porque lo que ocurrió en la sesión del Concejo Deliberante de la capital es una muestra cabal de que la unidad del bloque peronista sólo existe en el plano discursivo. La decisión de los concejales que responden al jefe municipal de no apoyar una norma apadrinada por la Casa de Gobierno fue interpretado por el entorno del titular del PE como un acto de sedición política imperdonable.

Amaya se encuentra, por estas horas, en una encrucijada. Si decide vetar la norma adelantará los tiempos políticos y se colocará en el plano visible de los enemigos del mandatario provincial. Pero si opta por promulgar la polémica ordenanza sólo cometerá un acto más de sumisión política, pero tendrá resto para pergeñar con Germán Alfaro -su espadachín dentro del Concejo- una estrategia de poder para enfrentar abiertamente al alperovichismo en 2015.