La casa estaba dormida, como ausente de todo lo que pasaba dentro suyo. En el sueño prolongado durante más de cinco décadas, la casa había perdido sus encantos. Tantos habían sido los cambios y tan profundos e improvisados, que la casa ya no se reconocía a sí misma. Indiferente y resignada, se dejaba transformar, trastocar e injertar según el gusto -o mal gusto- de sus eventuales inquilinos. La casa sufría replegada en rincones secretos. Cuando quería recordar su señorío de antaño, la casa pispeaba la majestuosa escalera de mármol de Carrara. Y los tiempos de rosas regresaban en invisible tropel. Y entonces, el espíritu de la casa suspiraba como suspiran los olvidados y los caídos en desgracia.

La degradación parecía irreversible. El sopor, infinito. Hasta que llegó la primavera de 2010 y la Casa Remis (25 de Mayo 471) vio cómo su locataria desde 1944 y dueña desde 1959, la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), hacía las valijas y se mandaba a mudar sin más. La casa pensó que se venía lo peor. "¡Ya llega la piqueta!", exclamó quizá en un sollozo compungido. Y cuando sólo le quedaba la esperanza de una muerte digna, aparecieron el equipo de restauración liderado por la ingeniera salteña Gabriela Dapena y una impresionante cuadrilla de albañiles provista de todo tipo de aparejos para la construcción.

Con las semanas, la casa de dos plantas se convirtió en una excavación arqueológica. Uno a uno fueron desapareciendo los tabiques, capas, costras, parches y heridas infligidas al edificio diseñado por el arquitecto belga Alberto Pelsmaekers. En la desnudez, surgieron los atributos del palacete de estilo académico francés con detalles modernistas que prodigó solaz a los tucumanos pudientes de comienzos del siglo XX.

El desentierro de los espacios y de la ornamentación primigenios expuso el ajuar que la casa conservaba a despecho del escaso o nulo mantenimiento. Y los cuartos donde antes crecían aleatoriamente oficinas de gestión administrativa, aulas e institutos recuperaron su condición de salones amplios con parqué de roble primorosamente decorados con boiseries de madera. En la planta alta incluso fueron "hallados" cuartos de paradero desconocido, como un pequeño vestidor rosa con paredes cubiertas de tela y un baño inmenso revestido con cerámicos de la época.

En el proceso de restauración, la casa ganó luz, aire y, por supuesto, elegancia y atildamiento. Recobró claraboyas oxidadas y columnas ocultas en los muros añadidos; detalles de exquisita herrería y atractivos vitrales; esculturas y objetos de mármol, y el delicado arte que remacha los altísimos cielorrasos.

El patio como vértice

El rescate del valor arquitectónico y decorativo de la Casa Remis es el eje de la inversión inicial de $18.1 millones que la UNT destinó a la sede de Derecho. El proyecto del arquitecto Carlos Prieto comprende, además, la integración de la antigua vivienda con lo que fue la casa de rentas -edificio anexado al sur que la familia Remis explotó como pensión-, y un moderno complejo de tres pisos y subsuelo para aulas y biblioteca.

El vértice de la nueva organización es el patio central. Allí desembocan y convergen todos los edificios mencionados. "Y allí se produce la transición ordenada y progresiva entre lo antiguo y lo contemporáneo", apunta el equipo técnico a cargo del ingeniero Pablo Movsovich, representante de la firma contratista Beton SRL y guía de la excursión por la obra que el miércoles pasado hicieron las autoridades de Derecho y de la Universidad Nacional de Tucumán en compañía de LA GACETA.

Los casi 22 meses de trabajo han dejado en el pasado a la vieja Facultad y sus habitáculos hacinados. El tour revela un sinfín de novedades tecnológicas dispuestas en los casi 5.000 metros cuadrados de superficie construida: sistemas de refrigeración eficiente, ascensores, proliferación de rampas al mejor estilo de los museos Guggenheim, corredores de circulación fluida -que observan la normativa de seguridad municipal y de Defensa Civil-, aislamiento acústico y el esquema de conexión digital que impone la era de la información vigente.

Todos los sueños

Si el frente tiene historia y abolengo, el fondo está llamado a convertirse en polo de la actividad académica provincial merced a sus estupendas instalaciones y comodidades. De la estructura preexistente sólo queda en pie el aula Belgrano. A esta se suma un anfiteatro central, dos aulas laterales y un auditorium. El aforo total supera las 1.200 personas sentadas. Y todos los recintos están preparados para la proyección de videoconferencias. Una confitería con privilegiada vista al patio y una librería ubicada en el local más próximo al acceso norte -donde en su momento estaba la entrada de los carruajes- completan el diseño del arquitecto Prieto.

Al proyecto -una de las remodelaciones más ambiciosas emprendidas por la UNT en la última década- sólo le faltan los detalles, según el arquitecto Horacio Abuin, inspector de la obra. Parece poco, pero el trabajo pendiente de ejecución exigirá entre cuatro y cinco meses más. Entonces -y recién entonces-, la propiedad de la calle 25 de Mayo 471 estará en condiciones de alojar nuevamente las dependencias administrativas y de gestión, y, por supuesto, a los estudiantes y sus clases.

El salto de bienestar será inmenso. Carlos María Jiménez Pérez y Ezequiel Erimbaue, consejeros estudiantiles, se imaginan celebrando el resultado de las elecciones del centro de alumnos en el balcón que sale al patio. Miguel Eduardo Marcotullio, vicedecano de Derecho, fantasea con el movimiento incesante de congresos y convenciones. El decano José Luis Vázquez anticipa que la librería concitará la atención de las principales editoriales del país. En medio de esos planes, Cristina Grunauer de Falú, consejera docente, evoca las futuras reuniones de profesores en salones que antes sirvieron para fiestas memorables. Las paredes de la Casa Remis oyen y se regocijan. Al menos para ellas, al final del deterioro no había ruina sino un segundo período de dichoso esplendor.