La mala alimentación y el sedentarismo constituyen dos de las causas de diversas patologías que padecemos los argentinos. De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, que se efectuó sobre un universo de 35.000 personas en todo el país, reflejó índices para tener en cuenta. Según el informe, los tucumanos aumentamos de peso alrededor de un 10% en los últimos cinco años. Cuatro de cada 10 habitantes de la provincia padece sobrepeso y hay otros dos que sufren obesidad. Ello significa que más de la mitad de la población está excedida en la balanza.

Por otro lado, la escuela de Nutrición de la Universidad de Buenos Aires divulgó recientemente una investigación en la que indica que la alimentación deficiente tiene que ver con lo económico; las grasas y los hidratos de carbono son más baratos, accesibles y llenan más.

Según los médicos, en la mayoría de las mesas tucumanas los menús tienen menos de la mitad de los alimentos aconsejados. En el resto del país sucede algo similar, de acuerdo con lo expuesto en el Congreso Argentino de Nutrición. Para estar saludables, lo ideal es ingerir entre cuatro y siete porciones diarias de vegetales y frutas. Sin embargo, los argentinos consumimos no más de dos o tres. Hace un lustro, la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo indicó que casi el 33 % de los tucumanos comía diariamente frutas, mientras que en el último relevamiento el consumo bajó al 31%. La disminución se hizo más evidente con las verduras: hace cinco años un 46 % ingería vegetales diariamente, mientras que ahora un 41,6 %.

La alimentación deficiente también involucra a las embarazadas que corren el peligro de que sus bebés padezcan enfermedades congénitas. Las que se encuentra en situación de riesgo son aquellas que se alimentaron mal antes de concebir el hijo; las que llegaron al embarazo con acentuadas carencias previas y que durante la gestación no comen bien; las fumadoras; las adolescentes; las vegetarianas y las que se embarazan muy seguido. Hace dos años, la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud señaló que un porcentaje importante de embarazadas padecían déficit de calorías, proteínas, calcio, hierro, vitamina B12, ácido fólico y también de vitamina A.

En la última década, se viene aconsejando a las futuras mamás que no deben aumentar más de siete kilos. El temor a engordar, sumado al culto a la delgadez influyó en que muchas futuras madres no se alimentaran con los nutrientes esenciales. Este déficit aumentó el peligro de bebés de bajo peso y con retardo de crecimiento intrauterino. Ambas situaciones favorecieron en la morbimortalidad neonatal y un mayor riesgo de patologías cardiometabólicas en la adultez, sostuvo una especialista en Nutrición y Diabetes.

Seguramente, en esta realidad influye el bombardeo publicitario constante de medicamentos, productos light y dietas que llevan a un individuo a consumirlos sin haber consultado con un especialista. El mejor modo para llevar una alimentación sana tiene como punto de partida la educación. Si a lo largo de los tres ciclos educativos se enseñaran principios básicos de alimentación, de salud en general, y se estimulara la práctica de algún deporte, posiblemente se lograría revertir esta tendencia negativa que afecta a la población. Avanzar hacia una dieta y una vida más saludable debería convertirse en una política de Estado.