Ayer, en la semipenumbra de la sala de video del Instituto Técnico, unos 30 adolescentes colgaban de una voz que los alentaba a estudiar, estudiar y estudiar. De a ratos, era el ingeniero Argañarás; de a ratos, José, orgulloso hijo del colegio que contaba su experiencia.

Pocas horas después de su charla con LA GACETA, el ingeniero José Argañarás, que en marzo cumplirá 25 años, recibió su diploma y dos premios: la medalla de oro que le entregó la Facultad de Ciencias Exactas y Tecnología de la UNT como su mejor egresado 2010 y el Premio a los mejores egresados, instituido hace años por la Academia Nacional de Ingeniería. Este acto académico fue el que lo trajo de vuelta "al pago", expresión que le cabe más que a otros porque es 50% santiagueño.

- La familia de mi padre es de Santiago. Y de él recibí los primeros estímulos que hicieron de mí lo que soy. Él estudiaba ingeniería cuando yo nací, y mis primeros "experimentos" consistieron en desarmar lo que él armaba. Al final no se recibió, pero fue mi primer modelo.

- O sea que creciste en medio de la tecnología...

- ¡Sí... y cuánto! A los 14 años armé mi primera computadora. Me la regaló mi papá; con la ayuda de un libro y ututeando aprendí a programar... y ahí nomás empecé a trabajar. Por otra parte, ingresé al Técnico. La formación que recibí me abrió un montón de puertas. Uno se siente orgulloso de formar parte de esa comunidad educativa, y eso no es frecuente. Por eso volví al colegio: quiero que los chicos sepan que hay un muy buen futuro por delante, que el país está creciendo y que si le ponen voluntad y un poco de esfuerzo (tampoco es taaanto) hay muy buenas posibilidades.

- ¿Te facilitó las cosas en la Facultad ser egresado del Técnico?

- Al principio sí. Lo que da el colegio ayuda a que insertarse en la universidad cueste menos; aprendemos contenidos que alumnos de otros colegios no ven... y cursamos Dibujo Técnico, que para muchos estudiantes de Exactas es un problema. Pero no hay que confiarse. Después de segundo o tercer año las cosas se emparejan... Y es uno de los riesgos: muchos egresados del Técnico fracasan porque se "duermen".

- ¿Cuesta tanto ser ingeniero como muchos creen?

- No. Lo que me permitió lograr mi objetivo en tiempo récord (hizo su carrera en cuatro años y medio, con promedio 9,29) fue proponerme ir siempre a clase, así lloviera a cántaros o hiciera todo el calor del mundo. Aprovechar las explicaciones me simplificaba mucho el aprendizaje. Pero, además, creo que es clave no limitarte a lo que te enseñan. Hay que buscar y buscar; ¡se aprende arruinando! Ser curioso es fundamental.

-Y esa concepción tuvo premio...

- Sí. En diciembre, cuando había terminado de cursar, pero no me había recibido, el INVAP me seleccionó para incorporarme a un proyecto en el área de radares. En ese momento me estaba preparando para una beca en Japón. También me habían ofrecido trabajo en una empresa extranjera...

- ¿Y por qué elegiste el INVAP?

- Porque los proyectos son muy interesantes y la empresa está creciendo; porque si bien no voy a hacerme rico puedo vivir bien. Y fundamentalmente porque puedo quedarme en mi país y devolverle de alguna manera lo que hizo por mí: he sido beneficiario de la educación pública y el Estado me becó para que estudiara. Eso es un gran privilegio.