Por María Cecilia Sampayo
Psicóloga, integrante del Observatorio de la Mujer
Para muchas de las víctimas de la violencia doméstica la falta de vivienda propia puede ser definitoria a la hora de elegir si corta o no con la persona que la somete. Los refugios son una alternativa, pero sólo como medida de emergencia, transitoria. En caso contrario, se produce algo similar al hospitalismo: se deja de depender de la persona que la sometía para depender de quienes le dan refugio. La iniciativa de reservar cupos de viviendas del IPV para víctimas de la violencia doméstica me parece, por supuesto, muy acertada. Mientras tanto, creo que habría que pensar en aquellas que ya viven en casas del IPV y cuya situación respecto de la tenencia de la vivienda queda irresuelta cuando se separan. Me parece que si hay casas ya otorgadas a una familia en la que hay hijos menores, la casa debería quedar adjudicada para quien se queda con los hijos.