El DNI en la mano. Los auriculares en los oídos. La mirada nublada. El cuerpo joven avanzando hacia el umbral de la Escuela 372 Campo de las Carreras (entre las avenidas Alem y Roca). Y un dictamen ambiguo emitido tras 15 segundos de visible reflexión: "voté, sí, aunque no sé para qué".
El fallo del elector José García ratifica la confusión percibida en los prolegómenos del estreno de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Unos comicios concebidos con los principios electorales convencionales -voto secreto, universal y no voluntario-, pero que no definen autoridades institucionales sino candidaturas; que no distribuyen cargos públicos sino pases a las elecciones nacionales del 23 de octubre.
"Es un sistema demasiado sofisticado para el ciudadano común. Yo no las entendí", reconoce una mujer mayor repantigada en un banco de la entrada del Colegio Tulio García Fernández. "La gente sabe a quién votar, pese a que ignora para qué vota", analiza con voz experta Brígida Cerdeira, fiscala general de la Unión Cívica Radical a cargo del control de los comicios en la concurrida Escuela Mutual Policial (Avenida Independencia esquina Pedro León Gallo).
Por miedo o convicción
Complejidad, difusión insuficiente, apatía cívica, escepticismo, desgano, desencanto, desconocimiento, aburrimiento, deterioro de la democracia interna en el ámbito de los partidos, desconexión entre políticos y comunidad... Diversas teorías pretenden explicar por qué las PASO no convencieron masivamente. Por qué el pragmático discurso de la "encuesta" desalojó al anhelo de mejorar la representatividad, la transparencia y la legitimidad de los gobernantes esgrimido por el oficialismo y la oposición que impulsaron la Ley 26.571. "Las primarias no se justifican. Mi sensación es que sólo son útiles para las especulaciones políticas", apunta Lisandro de la Torre -bautizado así en honor del político demoprogresista-, a la salida del Colegio de La Merced.
Pese a no entender del todo para qué -o a comprender a medias el porqué-, los tucumanos participaron en los comicios quizá en mayor medida de lo esperado. "La ciudadanía se presenta por convencimiento o por miedo a ser sancionada. Eso sí, tuvimos votantes descolocados porque no encontraban las boletas de los candidatos a intendente", desliza irónicamente una docente de la escuela Mitre.
La presión que ejercieron los jueces electorales surtió efecto, según Melina González, fiscala general del Frente para la Victoria. "No hay entusiasmo, sino miedo a pagar multas o a no poder hacer diligencias en la Administración Pública. Hasta el sábado me preguntaban ?¿qué se elige el 14 de agosto??", asegura con preocupación.
La media cuadra de cola en la comisaría 13, emplazada en el Barrio 11 de Marzo, confirma el diagnóstico de González. A las 11.30 de ayer esa sede de la Policía ya había entregado alrededor de 150 constancias a ciudadanos que no hicieron el cambio de domicilio, estaban lejos de la dirección anotada en el DNI o no figuraban en el padrón. "No conozco a nadie que haya sido castigado por no votar, pero mire si justo este año se ponen firmes", conjetura una vecina.
Sea porque no pudieron o porque no quisieron, los que no cumplieron con la obligación de votar se perdieron el estreno de las boletas de colores, de la mesa mixta y, por ende, de la posibilidad de compartir el voto en familia. "Eso está muy bien, no había motivo para separar a los electores", comenta María Luisa Lobo que, sin embargo, precisa que el cambio de lugares de votación dejó un tendal de desorientados. Desde luego, también se perdieron la oportunidad inédita de intervenir en las elecciones primarias. "Desconozco qué significan estos comicios, pero tengo curiosidad", medita Esteban Caro corroborando que algún grado de expectativa habita en toda primera vez.