BUENOS AIRES.- Lo ocurrido en la Capital Federal ha sido un cimbronazo político que pegó de lleno en el corazón del kirchnerismo. Votos más, votos menos, lo tangible es que siete de cada 10 porteños, con las particularidades de volatilidad y autonomía que suelen esgrimir desde siempre, le han dado por esta vez la espalda al "modelo" que defiende la presidenta de la Nación.

Hasta dónde la ola se va a trasladar al resto del país es la gran incógnita de cara a octubre, habida cuenta del permanente cortarse solo que tiene el distrito, independencia que se suma al habitual comportamiento pacato y apegado a las modas de sus habitantes quienes, generalmente, marchan a contramano de la realidad nacional.

El resultado de estas elecciones no alcanza efectivamente para ungir a Mauricio Macri como nuevo Jefe de Gobierno pero, tal como lo ha expresado el escrutinio, es evidente que, con sus matices, la ciudad de Buenos Aires parece hoy mirar a la centro-derecha con más simpatía que al populismo progre y ésta podría llegar a ser una señal de tiempos diferentes en la Argentina si se repitiera en Santa Fe y Córdoba.

En lo micro, y pese a que las encuestas dicen que Cristina Fernández tiene mejor imagen que el Jefe de Gobierno, el resultado de esta elección implica además y en forma contundente, que sus habitantes le han creído en esta ocasión más a Macri que a la Presidenta.

Como en un divorcio litigioso, durante las últimas semanas, el deporte preferido del PRO y del kirchnerismo fue echarse la culpa mutuamente sobre la responsabilidad de las dificultades de una convivencia que durante cuatro años anuló proyectos, postergó decisiones o impidió el lucimiento de las autoridades locales.

Nada de esto le importó a los porteños a la hora de elegir ya que, en este entuerto, los más perjudicados durante los cuatro últimos años fueron ellos mismos, debido a que la superposición de jurisdicciones los ha dejado con una policía enclenque, sin ninguna correlación en el tema transporte, rengos en materia portuaria e indefensos ante el avance de habitantes de otros distritos corridos por la pobreza, que llenaron la Ciudad de asentamientos y degradaron la calidad de su salud y educación. Pues bien, en esta materia CFK también salió perdidosa.

Seguramente, buena parte del voto a Macri ha sido anti K por naturaleza, con la intención de pasarle un mensaje al Gobierno, primordialmente cansados los porteños de que la Nación apoye a las provincias que se arrodillan ante el poder central, mientras que discrimina a los distritos que buscan cierto grado de autonomía o no se someten a los designios de la "caja". La campaña de Filmus, que sin tapujos tomó de rehén a los habitantes prometiéndoles obras si lo votaban, fue probablemente el último salvavidas de plomo que terminó por inclinar la elección.

Más allá de lo especial que es el electorado de la Ciudad de Buenos Aires, tan contundente triunfo del PRO arrasa también con el mito que buscan instalar las usinas kirchneristas del "ya ganamos" en octubre, asegurando que la intención de voto presidencial a favor de Cristina es superior a 50% en la jurisdicción.