Morena como los indios que la cultivaban, la papa es originaria de la zona ubicada entre Bolivia y Perú, cuna de la cultura Tiahuanaco. Los españoles la conocieron en Colombia en 1537; y se cree que este regalo de América al mundo hizo su primer viaje a la Madre Patria desde Perú, en 1554, más como curiosidad que como alimento.
Sin embargo, 20 años después, el ecónomo de un hospital sevillano compró "los nuevos tubérculos" a precios irrisorios, dada su poca aceptación. Los plantó en la huerta y pronto los alrededores de la ciudad comenzaron a lucir las flores blancas.
Aunque menospreciada, la joya americana se fue extendiendo. A a fines del s. XVI era alimento común en Italia, Inglaterra, Alemania, Polonia y Rusia. Tardó más en seducir a los franceses, pero lo hizo con toda la pompa: a fines del XVII, el gastrónomo Antoine Parmentier, organizador de banquetes, ofrecía la papa como novedad alimentaria. No pasó mucho tiempo antes de que se hiciera indispensable: en el XVII permitió a los europeos combatir terribles hambrunas, producidas por la crudeza de los inviernos o por las guerras, y en el siglo siguiente ya era el alimento base de la población.