"Un hombre muy pobre y su pequeño hijo, naturalmente más pobre que el padre, encontraron unos hombres que transportaban un cuerpo. ?¿Adónde llevan ese muerto?? -preguntó el niño. ?Lo llevamos a un lugar donde no hay nada de comer, ni de beber. A un lugar donde no hay tejado, ni fuego, ni tapices, ni esteras?, le contestaron. ?Entonces -dijo el niño-, lo están llevando a mi casa?." Jean-Claude Carrière, "El círculo de los mentirosos".

No hay ventanas allí. Y es lógico que así sea. Sobre una de las paredes de madera sólo sopla viento helado. Sobre otra, comienzan a ganar altura pilas de botellas de vidrio y de plástico. Una tercera es, directamente, compartida con los cuatro caballos del corral lindero. Y la que queda es la de la puerta que da al interior de cuatro metros cuadrados donde transcurre la adolorida existencia de Clementina Manuela Vera, mejor conocida en el barrio Tiro Federal (ni siquiera ella sabe por qué) como Doña Ester.

Tiene 79 años pero parece pequeña. No más joven, sino chiquita. Enjuta. Y no es sencillo pasar por diminuto en ese cuartucho desvencijado, inclinado hacia un lado por el peso de la miseria. "Tengo seis hijos vivos", detalla. Vive en el fondo de la casa de uno de ellos, que en el frente exhibe una "solución habitacional". Una núcleo seco, que es la pieza del frente, y un núcleo húmedo, que son el baño y el lavadero contiguo.

La piecita donde está arrumbada Doña Ester cumple con todos los requisitos del concepto "hacinar": amontonar, acumular, juntar sin orden. Ella está acostada sobre un bosceto de cama, que comparte con bolsas de consorcio con ropa. Una mesa, a la entrada, tiene una olla con restos de un guiso famélico, un plato y dos vasos sucios, varios cartones en los que se transportan huevos apilados, restos de un par de alpargatas raídas.

"Estoy enferma de los bronquios. Y me duele mucho la cabeza. Pero estoy mejor que la semana pasada porque me paso un poco el dolor de oído", detalla.

Pero desde la inconcebile esquina de Guillermo Rawson y la autopista, no pide remedios: su "llamado a la solidaridad" consiste en colchas, vestimenta, calzado, abrigo y, si se puede, una casilla. Porque primero debe curarse del frío.