Todavía se acuerdan de esas juntadas en la casa de algún compañero. Las hacían de vez en cuando, porque para armar la red cada uno tenía que llevar su CPU, el monitor (los de tubo, los pesados en serio), los cables, el teclado y el mouse. Movían cielo y tierra para conseguir quién los llevara, y lo hacían. "Claro que nos teníamos que internar al menos dos días para justificar semejante movimiento, era todo un tema", recuerda uno de ellos.

Martín, Emiliano y Lucas accedieron a la entrevista después de dar un par de vueltas. "Hay que consultar con el resto del equipo para ver si todos están de acuerdo", explica el primero cuando LA GACETA le propone hablar sobre la movida hacker en Tucumán. Pero terminan accediendo, porque hay cosas que ellos también quieren dejar en claro. Y ahora, mientras recuerdan sus inicios, intercalan la conversación con juegos en sus notebooks.

Una simple recorrida por Internet demuestra la magnitud del asunto. Todos los días se advierten ataques informáticos alrededor del mundo y las acciones son cada vez más arriesgadas; sin ir más lejos, le sucedió a la web del Senado nacional hace pocos días. "Y la cosa en Tucumán ahora está calma, al menos bien oculta, pero de que se viene, se viene", advierte Martín, ingeniero en computación que se dedica al desarrollo, la investigación y la innovación.

"Desde acá se hicieron y se hacen varias cosas. Conozco desde gente que sacó pasajes en ómnibus gratis hasta algunos que se llenaron de plata robando datos de tarjetas de crédito y otros que obtuvieron los datos de un padrón electoral y te lo cuentan como si nada, porque están seguros de que en Tucumán es casi imposible que los encuentren", asegura Lucas, un "crack" de 23 años que trabaja en una empresa de seguridad informática. Por sus comentarios, no lo enorgullecen ni un poquito las "hazañas" de sus colegas.

Orgullo y prejuicio
En realidad, los hackers tucumanos no se llaman ni Martín, ni Emiliano ni Lucas, pero los tres prefieren ocultar su identidad y sus nicks (apodo en la red), porque sería lo mismo que develar sus nombres y apellidos. "Es que hay un concepto errado de lo que es un hacker. La sociedad lo asocia siempre con la delincuencia informática y la cosa no es del todo así. Un hacker sabe mucho de computación, es un entusiasta que puede hacer cosas que el común de la gente no puede. Los que roban tarjetas de crédito o destruyen páginas web, además de hackers son delincuentes. Hay que diferenciar las cosas", aclara Emiliano.

Si el hacker es un chico malo al que hay que temer porque anda por la vida quebrando la seguridad y robando datos, se puede decir que Martín y Emiliano, los dos de 29 años, son hackers retirados. Pero siguen siendo expertos en computación, y de eso trabajan actualmente.

"Cuando sos más chico no medís las consecuencias. Con mi equipo nos mandamos varias en su momento, pero después se nos pasó... Eran travesuras adolescentes, como salir y romper un teléfono público. Hoy en día lo veo como una locura", compara.

Lo que rescatan estos tucumanos defensores del hacking es que de esos días de picardías y desvelo aprendieron cosas que no se ven en las aulas universitarias. "Si antes las usabas para hacer cagadas, ahora las podés usar para seguir creciendo profesionalmente", afirma Emiliano, quien administra servidores.

La vuelta laboral
Imagine que un día cualquiera se levanta y en el living de su casa hay una persona parada, mirándolo sin hacer nada. De repente le dice: "su casa es vulnerable, he podido entrar por un insterticio que quedaba entre el techo y el muro, pero no le vengo a robar. Le vengo a vender una alarma". Eso es, justamente, lo que hacen muchos hackers, ese es su trabajo.

Matías (también nombre ficticio) tiene 21 años y ya es profesor de Seguridad Informática en un importante instituto de Salta, donde vive. Entre la docencia y sus estudios, todavía se da un tiempo para... sentarse en la computadora. "Lo que yo hago, y lo que hacemos muchos, es buscar las fallas que pudiera tener una página o un sistema, explotarla sin hacer daño, y reportarla a los encargados de mantenerla. Como por lo general estos son ?gente común?, no saben cómo corregirlo, entonces ofrezco mis servicios", cuenta.

Según el salteño, muchos (remarca el muchos) no le dan mayor importancia a sus advertencia y no contratan sus servicios. Otros, a lo sumo, terminan agradeciendo que no les haya hackeado la página, cuando en realidad ya lo hizo, pero sin causar daño. En estos casos es difícil hablar de la intrusión como un ataque, aunque el dilema ético y legal es el mismo que se plantea en el ejemplo del principio.

Terminando la entrevista, los ex hackers "de sombrero negro" repiten, como pasándola en limpio, la diferencia entre un delincuente y un experto que no usa sus conocimientos para perjudicar a nadie, y mucho menos a la "gente común". "Un hacker es alguien que conoce muy bien el funcionamiento de algo y que siempre intenta llegar al límite, al propio y al del sistema -destaca Martín-. Y esa filosofía se hace extensiva para todos los aspectos de tu vida".