El hogar debería ser un lugar seguro, el sitio que da amparo frente a las hostilidades del mundo. La familia debería ser un ámbito de afecto y comprensión, que impulse el desarrollo sano de cada uno de sus miembros. Pero no siempre ocurre así. En muchos casos la propia casa se convierte en una prisión, en un sitio peligroso donde acecha el verdugo, en el infierno.
En Tucumán, casi la mitad de las víctimas de violencia familiar corre el riesgo de perder la vida. De los casi 1.600 casos que atendió en un año la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia, el 42% presenta un nivel de riesgo alto o altísimo de que la víctima termine muriendo. En solamente el 21% de los casos el riesgo de vida es bajo o inexistente. En el resto, es bajo o moderado.
En Buenos Aires, de acuerdo con las estadísticas de la OVD de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, el riesgo alto y altísimo se observa en el 51% de los casos.
El organismo nacional detalló, además, que los indicadores que se tienen en cuenta para considerar que la víctima está expuesta a una situación de peligro son, entre otros, lesiones o autoagresiones, violencia indiscriminada respecto del lugar y la presencia de terceros, abuso de drogas y/o alcohol, la necesidad de huir de la vivienda por razones de seguridad, enfermedad de la afectada o estado de embarazo, episodios de violencia sexual, hechos anteriores de alto riesgo, naturalización y adaptación por parte de la víctima respecto de la violencia, dependencia económica respecto del agresor, falta de red social de sostén y de recursos propios por parte de la persona afectada (aislamiento social), antecedentes penales del agresor, situaciones de encierro y amenazas por parte del agresor respecto de dañar a los niños o de alejarlos de la madre.
Cuando el nivel de riesgo es alto se pide la exclusión del agresor del hogar, lo que en Tucumán se dispuso en el 68% de los casos que la OVD provincial derivó a las fiscalías del fuero penal.
Roles impuestos
"La violencia doméstica es un tema muy complejo. No soy una mujer golpeada, pero me puedo identificar con las chicas, porque no son víctimas solamente de su agresor, sino también de los roles que la sociedad le asigna a la mujer", subrayó Clara Giménez, coordinadora del grupo de asistencia a las mujeres maltratadas que funciona en la Casa Norma Nassif. "Se le da a la mujer el papel de mediadora entre la familia, de ser la que debe sostener la estructura familiar. Muchas no dejan la casa y aguantan los golpes o los insultos para no destruir la familia, como si esa familia no estuviera ya destruida como consecuencia de la violencia", reflexionó en diálogo con LA GACETA.
"Es común escuchar que ?los hombres son todos así...?, o ?cómo no va a tener una minita después de tantos años de casado; es un hombre? y de esa manera se va justificando la conducta agresora", añadió. Giménez destacó que, al igual que los ataques, también "se sufre la indiferencia, que no te tengan en cuenta, que te ignoren".