El partido había terminado y la zona de los vestuarios quedó liberada para que los violentos hicieran lo que quisieran. Simpatizantes y periodistas, ante la inacción policial, sufrieron todo tipo de agresiones.
El plateísta, el fanático que anualmente gasta dinero para concurrir al estadio, no pudo ni siquiera expresar su descontento por la campaña que realizó el equipo y, mucho menos, cuestionar a los directivos del club.
Ni bien culminó el encuentro, un grupo de por lo menos 30 personas integrantes de la barrabrava del conjunto de La Ciudadela se instaló en la puerta del vestuario local. Fueron ellos los que silenciaron a golpes los reclamos de los simpatizantes.
En medio de esa locura, según testigos, un familiar de Rubén Ale se desmayó en el gimnasio. Se vivieron momentos de tensión hasta que el joven fue retirado en camilla. En ese momento, otro pariente, a los gritos, ordenó que no se registran imágenes de la escena. Inmediatamente, los barras insultaron y arrojaron proyectiles -volaron hasta bombos- sobre los hombres de prensa. Mientras eso ocurría, los casi 100 efectivos que estaban en el lugar no hicieron absolutamente nada para evitar el ataque y detener a los responsables..
Con el correr de los minutos la tensión fue creciendo, mientras en las afueras del estadio se registraban corridas y enfrentamientos entre uniformados y simpatizantes. Los incidentes comenzaron en las adyacencias del estadio y continuaron hasta la zona de la avenida Mate de Luna durante por lo menos 40 minutos.
Mientras tanto, el plantel y el cuerpo técnico "santo", permanecieron encerrados en el vestuario. Salieron dos horas después de haber finalizado el partido y fue imposible conseguir opiniones de los protagonistas. Así fue el dramático desenlace de una noche empañada por el accionar de un grupo de violentos que se movió impunemente.