En 1920, durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen, se produjo en la provincia de Santa Cruz una huelga -luego generalizada en 1921- de los peones de estancia, obreros laneros y trabajadores rurales, tras una larga disputa con sus patrones para obtener mejores salarios y condiciones de vida. Fue duramente reprimida por el ejército por sugerencia de Yrigoyen, según consigna el autor. El saldo fue trágico: alrededor de un millar y medio de muertos por fusilamientos ocurridos en diciembre de ese año.
El tema fue abordado por varios autores, el más difundido de los cuales es Osvaldo Bayer, con cuatro libros titulados La Patagonia rebelde (luego llevados al cine), publicados entre 1972 y 1997. Otro tanto ocurre con  David Viñas en Los dueños de la tierra, impresa por primera vez hace más de 50 años.
Ricardo Cordero, autor de Bulevar utopía (1991) y Temporal (1994), entre otras novelas, retoma el tema de la Patagonia violenta desde un enfoque distinto: basándose en hechos reales,  indaga en los mágicos mundos de la imaginación. Narra la vida de un adolescente idealista nacido en Río Gallegos en 1904, en un hogar sumamente humilde. Solidarizándose con quienes luchaban por una vida más digna, participa de los acontecimientos enrolándose en sus filas.
Con cronología y narrativa lineales, el autor desarrolla su obra sin ahondar en detalles históricos ni fechas. Lo mismo ocurre con los nombres de las autoridades (presidente, gobernadores, etc). Esta última característica es poco frecuente, pero por ello sumamente original. De esa forma, resalta y protege la fase parental, el compañerismo y la admiración del muchacho por su entorno, sin permitir que el impacto brutal de los hechos fagocite al personaje. En la obra, el protagonista es "Juan Esteban, inserto en los sucesos trágicos". No los sucesos en sí mismos.
El libro es la biografía novelada del adolescente -el más joven de los fusilados-, reconstruida por el autor desde una prosa fresca y  atrayente. La recreación del ambiente tanto físico como espiritual -desde la aridez de la estepa patagónica a la dureza de los temperamentos de ambas partes- está plausiblemente lograda, en una obra que no se queda solo en lo formal  sino que incursiona en territorios de la subjetividad, los sentimientos y la pasión. © LA GACETA