"Sai Baba no vino a fundar ninguna religión, no tenemos jerarquías espirituales", afirman Priscila Arredondo y Gustavo Moreno, dos de los devotos tucumanos del famoso gurú hindú, muerto el domingo pasado a los 84 años en la India.

Sathya Sai Baba (Mamá y papá, en sánscrito) fue reverenciado en todo el mundo por sus presuntos poderes espirituales, aunque también cuenta con numerosos detractores.

Arredondo y Moreno, que son miembros del Grupo Sai Tucumán, acercan, en diálogo con LA GACETA, sus experiencias con el líder al que ellos definen como "un avatar, una encarnación de Dios".

"El lo decía clarito, que todos somos un avatar, pero que hay distintos niveles de conciencia, y que el contacto que él tenía con esa conciencia fue lo que le permitía hacer cosas que los demás no pueden llegar a hacer. A lo largo de la historia de la Humanidad hemos tenido muchos avatares: Rama, Krischna, Buda, Moisés, Jesús", expresó Arredondo.

"Sai Baba no murió, dejó su cuerpo físico. El no está buscando iniciar una nueva religión, ni desea dirigir a sus seguidores hacia ninguna religión en particular. Antes bien, nos urge a continuar en la religión de que hemos elegido, o en aquella en la que nos han educado. Permanentemente insiste en que sus seguidores no deben abandonar su creencia, sino transformarse en mejores cristianos, judíos, musulmanes, budistas...", destaca Priscilla.

Las preguntas

Priscilla y Gustavo son dos de los miles de devotos que han hecho de la pequeña ciudad hindú de Puttaparthi, donde Sai Baba armó su "ashram" (monasterio, lugar de meditación, en sánscrito) su Meca de los últimos años.

"Cada viaje es una experiencia nueva. Cuando llegás a Puttaparthi, la idea es dedicarte a la meditación, meditar acerca del mensaje de amor y de servicio a los semejantes que él proclama", añade Priscilla.

¿Por qué, si tenía tanto poder, no combatió toda la pobreza, todos los males?, es la pregunta básica. "Porque el mundo, la vida, es una cuestión de aprendizaje; la vida es una escuela para nosotros. Acá se trata de aprender; porque esta vida es nuestra escuela; estamos para aprender, no para sufrir", concluyen los devotos.