Su rutina comienza muy temprano. Se detiene en una esquina céntrica: Crisóstomo Alvarez y Buenos Aires. Cada vez que el semáforo se pone verde, los camiones y colectivos arrancan dejando una cortina de humo que tiñe toda su piel de negro. La ciudad quisiera quejarse. Pero es tanto el ruido que las palabras se pierden entre el rugir de los caños de escape y los bocinazos.
San Miguel de Tucumán está lejos, muy lejos de ser una ciudad sustentable, aseguran los urbanistas. Y lo prueban las cifras. Uno de sus principales problemas está en su atmósfera: la contaminación del aire se triplicó en los últimos 20 años. El crecimiento del parque automotor y el cambio en altura de la estructura edilicia de la ciudad fueron los principales motivos de la intoxicación que hoy muestra especialmente el microcentro, de acuerdo a una investigación realizada por la cátedra de Salud Pública, de la Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia de la UNT.
Los estudiantes de esa institución midieron el monóxido de carbono en el centro tucumano para evaluar sus niveles y sus efectos en la salud de la gente. Los índices de contaminación aceptados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) son entre 0,1 y 0,8 parte por millón (ppm). La investigación determinó que los valores en nuestra ciudad superan entre 10 y 500 veces lo permitido por la OMS. No es todo: también se probó que en los últimos dos años el ensuciamiento del aire se incrementó un 20%.
Las mediciones se realizaron en primavera, durante cuatro semanas. Los resultados son alarmantes: los caños de escape en la ciudad dejan en el aire una contaminación de entre 50 ppm y 450 ppm.
Sólo con políticas que desalienten el uso del automóvil se podría hacer frente a semejante intoxicación que sufre el aire. Sin embargo, en la Municipalidad este punto sigue siendo una asignatura pendiente. No saben cómo enfrentar el caos vehicular. En la última década el parque automotor creció alrededor de un 60%. En la capital hay un vehículo cada dos habitantes y según se estima unos 200.000 rodados se mueven a diario por sólo 30 manzanas.
Sucia e insalubre
Al humo de los vehículos se suma el hollín en la época de molienda. "Atmósfera sucia, insalubre y alergénica". Así describe el aire de la ciudad otro estudio, realizado en la cátedra de Química de la Universidad Tecnológica de Tucumán (UTN) por el licenciado Juan Carlos Luján. "La contaminación por humo y hollín supera hasta 600 veces los límites establecidos mundialmente", fue la primera conclusión del trabajo.
En la discriminación que surge de este estudio se indica que el 50% del ensuciamiento del aire proviene de la quema de bagazo y de caña y el 35 % del parque automotor. El resto de la polución llega de la mano del incineramiento de pastizales y basura.
Una de las conclusiones más relevantes de este trabajo indica que, como consecuencia del aire viciado, en Tucumán se gasta entre cuatro y 10 veces más dinero que en otras ciudades en medicamentos para las vías respiratorias.
Los camiones y colectivos contaminan principalmente con humo y ruido. Los autos, por la emisión de monóxido de carbono. Las mediciones acústicas indican que, en horario pico, el centro soporta ruidos de entre 80 y 100 dB. Teniendo en cuenta que después de los 65 a 70 dB el ruido se vuelve dañino, la metrópolis resulta demasiado agresiva para los oídos.
Sin muchas chances
Si la ciudad decidiera encontrar un poco de alivio entre los espacios verdes no sería una tarea fácil. Cada vez hay más habitantes, más edificios y más cemento; y, a la vez, faltan plazas y parques para amortiguar tanto crecimiento.
Hay aproximadamente 5,8 m2 de espacios verdes por habitante, situación que se encuentra sensiblemente por debajo de lo que la OMS recomienda: entre 10 y 15 m2 por persona. Basta con mencionar que más del 90 % de la capital es gris para entender la magnitud el problema. Y hay más: el proceso de ocupación de San Miguel de Tucumán ha llegado a su límite o sea que no hay chance de crear nuevos pulmones para la capital.
A cualquier hora del día la ciudad huele mal. Los microbasurales la acorralan. Hay 200 vaciaderos clandestinos difíciles de erradicar. Y los vecinos generan cada vez más basura. Se calcula que cada habitante produce 800 gramos de residuos diarios, el doble que hace una década.
Si la urbe quisiera bañarse tampoco tendría la suerte de encontrar el agua que merece. Los expertos aseguran que los diferentes gobiernos le han dado la espalda a este recurso. No se controla la contaminación de los ríos, y tampoco el alto consumo que los habitantes hacen de este vital líquido: cada persona gasta 200 litros diarios más de lo que debería.
El desordenado crecimiento urbano la desconcierta. Mientras tanto, la ciudad repasa su rutina y comprende que las numerosas razones que le valieron el nombre de "Jardín de la República" ya no son tantas.