Por Daniel Dessein
Para LA GACETA - Tucumán
Mario Vargas Llosa entra a una sala de su hotel, en Buenos Aires, en la que lo esperan seis periodistas. Faltan pocas horas para que hable en la Feria del libro, después de vencer un intento de censura. Viene acompañado por Aldo Sessa, quien le ha estado tomando fotos y que seguirá sacando, durante la entrevista, otras que ilustran esta edición. Apenas le anuncio que provengo de LA GACETA, el premio Nobel abre los ojos y dice "sí, claro, allí empezó Tomás Eloy Martínez''. Lo que sigue es la transcripción de las respuestas a las preguntas que le hice. En la página 3 de este número también publicamos fragmentos de la charla que tuvo con el resto de los periodistas.
- La Argentina sufrió en los últimos 30 días dos de los mayores ataques a la libertad de prensa desde el regreso de la democracia. Funcionarios del gobierno y representantes de otros sectores negaron que esa libertad haya sido atacada y cuestionaron el rol del periodismo dentro de la democracia. ¿Qué opinión tiene sobre estos hechos y qué rol cree que debe jugar la libertad de prensa?
- Es uno de los pilares de una democracia. Basta hojear los periódicos de un país para saber si hay libertad en ese país o no. Si todos los periódicos están parametrados, si todos responden a la línea oficial, la democracia y la libertad han desaparecido. No hay democracia sin voces críticas, independientes, que expresen puntos de vista diferentes de los del poder. Entonces, quienes quieren democracia y libertad para la Argentina, tienen que defender la libertad de prensa y defender a los diarios u órganos de expresión que están amenazados. Porque si ellos son victimados, todas las instituciones democráticas, una tras otra, van a caer bajo el control gubernamental. Es un mecanismo que Latinoamérica lo ha vivido a lo largo de toda su historia. El caso de Cuba es obvio. Pero también está el de Venezuela, donde hay espacios cada vez más encogidos por la dictadura que avanza, espacios en los que hay órganos de prensa heroicos que, en condiciones dificilísimas, resisten la censura que avanza sobre ellos a través de acciones judiciales, coacción económica, etcétera. Creo que en el caso de la Argentina hay una solidaridad internacional tan grande, a través de organizaciones como la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), que los demócratas argentinos tienen que sentirse muy apoyados continentalmente.
- Casualmente, en la asamblea de la SIP de 2008 usted habló sobre la civilización del espectáculo. ¿Ese es el tema de su próximo libro?
- Es el tema de mi próximo libro, justamente; es un ensayo sobre la ambientación de la cultura en los últimos años hacia el entretenimiento y la diversión, y cada vez menos hacia lo problemático. Creo que es uno de los sesgos de la cultura de nuestro tiempo, un sesgo inquietante porque puede banalizar, frivolizar de tal manera la cultura que deje de tener la función que ha tenido, entre otras cosas, en el fortalecimiento de la libertad en el seno de las sociedades.
- ¿Por qué cree que los intelectuales suelen rechazar enérgicamente las ideas liberales?
- Porque existen prejuicios muy grandes sobre las ideas liberales. Ayer me entrevistó un joven escritor que me pareció muy inteligente mientras no hablaba de liberalismo porque cuando lo hacía me decía cosas que me dejaban estupefacto. Pintaba al liberalismo como una doctrina para justificar los robos, la explotación de los pobres por los ricos, la responsable del empobrecimiento de las naciones. En fin, una visión apocalíptica sobre la libertad. Y yo le preguntaba por qué los países más avanzados de la tierra, los que tienen los más altos niveles de vida, los que han erradicado enteramente la pobreza, los que tienen una movilización social que permite a los pobres hacerse ricos y que a los ricos que no saben qué hacer con su dinero los vuelve pobres, por qué países como Suiza, como Suecia, los nórdicos, son países liberales si el liberalismo es ese horror. Su idea del liberalismo estaba vinculada a ciertas dictaduras latinoamericanas que abrieron políticas de mercado. El creía que el liberalismo era eso. Y esa es una de las grandes hazañas de la izquierda dogmática en América latina: haber convertido a la doctrina liberal, que es la que ha empujado las transformaciones más importantes en la historia de la libertad y de la democracia, en esa visión tan caricatural, tan ridícula, tan falsa de lo que es la cultura de la libertad. Y eso no ocurre sólo en Argentina sino en toda América latina. Hay unos prejuicios profundamente afincados y parece que las desgracias de la humanidad no las hubiese causado gente como Stalin, Hitler, Mao Tse Tung o Fidel Castro sino Adam Smith, Hayek, Popper, Friedman. A esa aberración hemos llegado. Y esa es una batalla que debemos ganar si queremos que algún día América latina sea un continente de libertad.
- Lo llevo a la pregunta del primer párrafo de su novela Conversación en la catedral. ¿Cree que se puede detectar en qué momento se "jode" un país?
- Bueno, hay momentos en que un país se jode más que en otros. Generalmente. la decadencia de un país es un proceso, aunque en algunos casos hay un hecho que puede ser profundamente traumático para la historia de un país. Es una pregunta que tienen que hacerse los argentinos. El de Argentina es un caso extraordinario. Un país que era un país desarrollado, un país del primer mundo cuando tres cuartas partes de Europa eran subdesarrolladas. Había alcanzado conquistas culturales prodigiosas en su tiempo, a principios del siglo XX, como prácticamente erradicar el analfabetismo cuando cuatro quintas partes de Europa no lo lograban. Entonces, ¿qué pasó en la Argentina? Es una pregunta que hay que responder porque es algo interesantísimo para el mundo entero estudiar un fenómeno de este tipo. Cada vez que yo digo esto, algunos piensan que hablo mal de la Argentina. Al contrario, hablo de ella con gran admiración y cariño por lo que consiguió. Tuvo grandes pensadores, justamente de la cultura de la libertad, como Alberdi. La Argentina tenía todas las condiciones para llegar a ser Suiza o Suecia, por tomar dos países modelo. ¿Qué ocurrió? No hubo ninguna catástrofe natural. Hubo políticas equivocadas que se instalaron y en las que se ha perseverado. El resultado es el que vemos.
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