A veces -sólo en algunos partidos- el fútbol resulta un juego lógico, en el que el resultado es un reflejo de lo que pasa durante los 90 minutos. A veces, también, es un acto de justicia para uno que intentó siempre y para el otro que se encontró con un gol y sólo quiso defenderse. En un partido chato y mal jugado, San Martín y Chacarita empataron 1 a 1.
En los primeros 10 minutos, los dos se prestaron la pelota. Chacarita intentaba por izquierda y lastimaba por la franja de Mario Vera y de Diego Ledesma.Miguel Alba fue, por momentos, un dolor de cabeza para la última línea "santa". El equipo de Carlos Roldán, por su parte, intentaba con los desbordes de Gustavo Ibáñez y de Raúl Saavedra.
Antes de los 15?, una jugada que mostró el carácter ordinario del partido abrió el marcador. Torres mandó un centro por izquierda; la pelota le pegó en el cuerpo a Serrano y descolocó a López. 1 a 0. En ese momento, Humberto Zuccarelli hubiese querido cerrar la cancha, dar por concluido todo e irse a pasar el fin de semana con su familia. Es cierto que la "B" Nacional no se caracteriza por el juego ofensivo, pero el técnico local quiso cerrar el partido en el primer tiempo y antes de los 20?.
Al cabo de los 45? iniciales, San Martín había hecho dos remates al arco. Y Chacarita no mucho más, aunque dominaba en la mitad de la cancha; lo hacía por méritos propios y por falta de marca en los de Roldán . En el entretiempo, Zuccarelli sacó al delantero Martín Pisano y mandó a la cancha al defensor Fernando Fontana. Más claro, agua de deshielo.
El segundo tiempo fue un monólogo reiterativo y aburrido. Mostró a un San Martín intentando con voluntad y pelotazos durante los 45 minutos. Y a un Chacarita que se defendía con dos líneas de cuatro, a la espera de alguna contra. El ingreso de Nicolás Roldán le dio más movilidad a los últimos metros al "santo", que intentaba obstinadamente con tres delanteros. Cuando el partido moría, cuando un Zuccarelli ya expulsado se salía con la suya, llegó el gol, que fue un acto de justicia. Por izquierda, David Robles mandó un centro a la cabeza del "Monito" Fernández. De espaldas al arco, el goleador -que hasta ese momento no había tenido un buen partido- la peinó y la pelota entró mansamente. Locura en el banco "santo" y decepción "funebrera". Premio para uno que intentó. Y castigo para el otro que pecó de avaro.