RIO DE JANEIRO.- Pamela Cristina Ferreira tiene 13 años y ahora no quiere volver a su escuela, la Tasso da Silveira, en la periferia de Río de Janeiro, porque tiene miedo de que se repita un tiroteo como el de ayer, al que sobrevivió, pero en el que perdió a su amiga Larissa y a otros nueve compañeros. "Tengo miedo de volver a la escuela", lanzó Pamela, que cursa el séptimo año en esta escuela en el barrio popular de Realengo, en las afueras de la ciudad. "Y yo no quiero que ella vaya; voy a buscar una nueva escuela para ella", añadió su madre, Simone Ferreira, de 38 años.
Pamela salió ilesa del ataque a balazos perpetrado por un ex alumno de 24 años que, armado, irrumpió en la escuela de la zona oeste de Río de Janeiro y mató a tiros a 11 estudiantes para luego suicidarse. El hecho consternó al país sudamericano, que no había visto antes un incidente de este tipo. La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, en una reunión con empresarios pidió un minuto de silencio para homenajear a "los brasileñitos que fueron sacados tan temprano de la vida" y dispuso el luto nacional.
La secretaria estatal de Salud informó que el tirador mató a 10 niñas y a un niño. Trece alumnos heridos fueron llevados a hospitales y algunos en estado grave tuvieron que ser transportados en helicópteros.
"Un ex alumno entró en la escuela armado y no se sabe por qué efectuó los disparos", dijo a la prensa el encargado de relaciones públicas de la Policía Militar, Ibis Pereira, luego del ataque ocurrido cerca de las 8.30.
Wellington Menezes de Oliveira, de 24 años, tenía una carta de despedida en su bolsillo que no cita un motivo para el ataque, según fragmentos obtenidos por la policía. "Necesito de la visita de un fiel seguidor de Dios a mi sepultura por lo menos una vez, necesito que él ore delante de mi sepultura pidiendo el perdón de Dios por lo que hice, rogando para que en su venida Jesús me despierte del sueño de la muerte a la vida", dice el parte firmado por el propio puño del atacante.
El coronel de la Policía Militar Djalma Beltrame dijo que la carta refleja que el joven habría sufrido de problemas mentales. Según la edición on line de "El mundo", el vicealcalde de la zona oeste de Río, Edmar Peixoto, informó además que el asesino dijo ser portador del virus del sida, si bien esa parte de la carta aún no ha sido detallada a la prensa.
El ex alumno entró en su antigua escuela en el barrio de Realengo afirmando que iba a dictar una clase, tras lo cual abrió fuego contra los estudiantes. El agresor se suicidó después de ser herido en una pierna por un policía.
De acuerdo a las autoridades, dos niños heridos lograron huir, encontraron un vehículo policial cerca y avisaron que había un hombre armado dentro del recinto. La policía se trasladó entonces al lugar e intercambió disparos con el atacante, que estaba armado con dos pistolas, una calibre 38 y la otra calibre 32, con bastantes municiones.
"Dos niños heridos abordaron a estas autoridades policiales y un vehículo (policial) los llevó al hospital y el sargento Alves vino aquí y lo hirió cuando ya llegaba al tercer piso de la escuela, después de realizar la masacre en el primer piso", dijo el gobernador del estado de Río de Janeiro, Sérgio Cabral. "El sargento Alves lo alcanzó en las piernas y, caído, entonces él se mató. Según los policías, el arma ya estaba lista para más disparos", agregó Cabral.
Es la primera vez que ocurre en Brasil un ataque como este. Vecinos, familiares y alumnos que esperaban por noticias frente a la escuela relataron los momentos de desesperación vividos dentro y fuera del colegio durante el ataque. "Para mí va a ser un trauma difícil de borrar porque vivo frente a la escuela y conozco a muchos niños. Después de que la policía se informó de la situación salí corriendo y abracé a mi hija", dijo Hercilei Antunes, que encontró a su hija de 11 años escondida debajo de una mesa dentro del colegio, tras el tiroteo.
El alumno Marcos Vinícius, de 11 años, afirmó que tuvo miedo de morir junto con todos sus compañeros. "Todo el mundo se acostó en el suelo y se mantuvo en silencio. La profesora pidió que nos mantuviéramos sin hacer ruido para no llamar la atención del asesino", sostuvo. "Muchos compañeros estaban llorando, pensé para mí: ?si él entra, todo el mundo muere?. Me sentí feliz cuando vi a mi mamá; pero fue una película de terror. No se puede olvidar algo así", añadió.
"Vivo a cinco minutos del colegio. Ella -una de las heridas- llegó a mi casa con un disparo en las costillas. Al verla, la llevé al hospital inmediatamente", contó José Marques, de 28 años, narrando su historia sobre Renata,.
Según el Gobierno, había 400 alumnos de entre nueve y 14 años cuando tuvo lugar el ataque. (AFP-NA-Reuters-Especial)