El auto atraviesa la calle de tierra y las ruedas se sumergen en el espeso barro que dejó la lluvia. Se detiene. "Acá es, no hay dudas. Mirá en qué condiciones está la casa. Ellos lo mataron". La observación le pertenece a un curioso conductor que pasa por barrio Ciudad Parque. Desde su rodado, el hombre mira la fachada de la casa de Linda Vanesa Martínez y Jorge Luis Borges, la pareja acusada de haber asesinado a Pablo Aiziczon.
El conductor no hace conjeturas en soledad. Lo acompañan dos jóvenes amigas que miran, a través del parabrisas, la puerta del hogar en el que habría sido baleado el instructor, según la hipótesis de los investigadores. Cuando el rodado empieza a alejarse, un policía advierte que ese grupo no es el primero en acercarse a la morada.
"Karina"
En Pasaje Bass al 4.400, los vecinos prefieren callar. Son pocos los que atreven a dar detalles sobre la pareja detenida. "Karina es una mujer trabajadora. Acá la conocemos por ese nombre. En un tiempo solía vender huevos y caramelos o catálogos de lencería", recuerda Adriana Carrazano, que vive a pocos metros de la casa prefabricada. Y agrega que, de vez en cuando, veía a Jorge Luis Borges cortando el pasto en el jardín. "Pero nunca vi el Suzuki Swift estacionado por aquí", cuenta. Ni ella ni sus vecinos divisaron por esas calles el rodado de la víctima. Se supone que ese lunes estuvo allí, sólo por algunas horas, y que luego fue llevado al barrio Horco Molle.
Una persona celosa
Con Borges y Martínez presos, los habitantes de la manzana aportan testimonios desde el interior de sus domicilios, como resguardándose. "Sé que ella (por Linda) estaba separada y tenía dos hijos estudiantes. Los vecinos tratábamos de darle una mano laboralmente. Una figura masculina la acompañaba hace ya cinco meses", comentó una mujer que sólo se identificó como Ana. Y la "figura masculina" a la que aludía sería Borges.
Ella escuchó que el homónimo del escritor tuvo un entredicho con un vecino hace unos meses. "Un señor que vive por acá le pidió a Karina una bolsa de arena que tenía en el patio. Borges se enojó y le retrucó: ?mirá, cualquier cosita que necesités lo hablás conmigo?. Como diciéndole ?con mi mujer no te metás?", expresó la vecina. "Ella pasaba mucho tiempo sola y salía de noche", manifestó.
¿Escucharon algún disparo? ¿Vieron algo fuera de lo común? ¿Estaba el vehículo de Aiziczon estacionado frente a la casa de la acusada? "No sé", responden los residentes del lugar. Están a pocas cuadras de donde fue asesinada, en diciembre de 2009, Silvia Castillo de Roselló. En aquella ocasión, varios pudieron aportar datos. Porque el estruendo de un tiro debería oírse claramente en la tranquilidad cotidiana del barrio. Pero el lunes pasado nadie alcanzó a percibir el estruendo. "Debe ser porque había máquinas perforadoras trabajando en la calle; creo que ese día hubo obreros cavando una zanja en el camino y había que estacionar los autos en otra cuadra porque no se podía pasar. Si existieron los fogonazos, no habríamos podido oírlos por el ruido de las obras", detalla un vecino.
En la casa de la pareja está todo quieto. Los precintos que colocó la Policía en las rejas de entrada y en la puerta se balancean con el viento. Ramas, botellas vacías y una casita para perros se arruinan a la intemperie. Adentro es un misterio, pero durante el allanamiento que se realizó el sábado, encontraron una raqueta de tenis y sangre.