En una sociedad sensibilizada por la inseguridad, el asesinato del profesor de tenis Pablo Aiziczon caló hondo. Se pensó que había sido víctima de uno de los tantos atracos que a diario golpean a los tucumanos. Pero pronto salieron a relucir otras hipótesis: una venganza por razones sentimentales o por problemas de dinero fueron sopesadas por los investigadores. Fue el hermano de la víctima, Fernando, quien encontró la punta del ovillo para desenredar el caso. Surgió el nombre de una mujer y la posibilidad de que Pablo hubiera estado con ella cuando lo mataron. El dato fue clave: los policías de la División Homicidios comenzaron a tirar con cuidado del cordel y afianzaron la teoría de un crimen originado en una infidelidad. Pero cuando lograron llegar a la casa del barrio Ciudad Parque, en el límite con Yerba Buena, en la que según creían se había perpetrado el ataque, no había nadie. Los sospechosos habían escapado. Ningún vecino escuchó ni vio nada anormal. Los policías decidieron esperar. Hasta que ayer a la madrugada la pareja regresó a la vivienda. Cualquier escritor del género policial sabe que el asesino siempre regresa a la escena del crimen. No pensó esto Jorge Luis Borges, el hombre que según la Policía apretó el gatillo contra el profesor de tenis. Ni su compañera, Lidia Martínez. En la vivienda encontraron la raqueta de Aiziczon y sangre. Si bien aún hay muchas preguntas por responder, la familia de la víctima está algo más tranquila. Para que esa sensación se traslade al resto de la sociedad falta muchísimo.
Los acusados de matar a Aiziczon volvieron a la escena del crimen y la Policía los esperaba
Por Juan Manuel Montero - Editor de Policiales.
FUGA FRUSTRADA. Entre varios policías levantan del suelo a Jorge Luis Borges, uno de los acusados, mientras la otra sospechosa, Lidia Martínez, es sacada de la casa. LA GACETA / FOTOS DE ANTONIO FERRONI