"¿En qué se va? Si usted quiere lo llevamos". La pregunta, por inesperada, tomó por sorpresa al periodista de LA GACETA que salía de la casa de Pablo Aiziczon. En la puerta estaba Susana, la madre de la víctima que, a pocas horas de conocer el terrible destino de su hijo, se preocupaba por el traslado del cronista. "Ella es así. Todos somos así. Fuertes, y por eso, aunque no podemos creer lo que nos pasó, vamos a salir adelante, y vamos a repiquetear todos los días que sean necesarios para saber qué pasó con mi hermano", aseguró Paola, la hermana menor de Pablo.
El silencio dentro de la casa era sepulcral. La televisión estaba encendida, pero casi sin volumen. Ya habían regresado de la calle Saavedra Lamas, donde les habían dado la infausta noticia. Y buscaban respuestas. Pero más que nada no querían que nadie manchara el recuerdo de Pablo.
"El era un tipo querible, muy familiero, incapaz de hacerle mal a nadie. Así que a mí no me van a venir a decir que andaba en cosas raras. Lo único que hacía era trabajar. Y estaba frustrado porque no encontraba su lugar en el mundo", indicó Paola. 
La semana pasada, Pablo se sintió tocado por la varita mágica. "Le ofrecieron hacerse cargo de la cantina de Joaquín Sabina. Le fue muy bien. Estaba muy contento. Había ganado algo de plata. Y ya tenía planes para futuro en ese rubro", contó la joven que fue mamá hace pocas semanas ante la mirada de su esposo.
Nadie de la familia Aiziczon quiere arriesgar una hipótesis ni acusar a alguna persona. "De lo que pueden estar seguros es que no sólo estamos a disposición de la Justicia. Exigimos que nos llamen a declarar, que nos pregunten todo lo que nos tienen que preguntar. Que averigüen todo. Que revuelvan todo, pero que al final nos digan qué pasó. Quién le hizo esto a mi hermano", agregó Paola. "El jamás le hizo mal a nadie", repitió. "Si ahora dicen que hay algo raro es porque no tienen por dónde investigar. El estaba siempre con su familia, no tomaba alcohol, era deportista, no tenía idea de lo que era la droga y los que lo conocían lo querían", añadió.
Hace tres meses, los hermanos sufrieron la pérdida de su padre. "Y ahora nos dan otro golpe. Pero vamos a luchar para que esto no quede impune. Queremos que se sepa que el que hizo esto no se va a salir con la suya", afirmó.                                                                                                                                                                              
En el lugar en el que se encontró el cuerpo, Fernando Aiziczon, el hermano de Pablo, estaba consternado. "No lo podemos creer. Nos sorprendía que no nos llamara", dijo el hombre, que tiene un año menos que la víctima. "Es una situación tremenda", dijo.

Desahuciada
"¡Mi amor, mi amor!" "¿Por qué, por qué?". Virginia Marcolongo, pareja de Pablo Aiziczon, estaba desahuciada. La mujer llegó a la sala velatoria ubicada en la zona de El Bajo escoltada por dos mujeres. Casi no podía mantenerse en pie. El dolor que le había producido la noticia la había quebrado anímicamente. Virginia entró en la fría sala donde estaba el féretro y se desplomó sobre él. Su dolor hizo mella en todos los presentes, que no pudieron contener las lágrimas y estallaron en llanto.  
Las personas que asistieron al velatorio del profesor de tenis, estaban impactadas por lo ocurrido. Desde que se conoció que Aiziczon había desaparecido, imploraban no recibir la noticia que conocieron en las primeras horas de ayer. 
La camioneta con el cuerpo del profesor de tenis, arribó a la casa mortuoria poco antes de las 18  desde la morgue, donde se le había practicado la autopsia al cuerpo. Los empleados  acondicionaron la sala y acomodaron el féretro, que estuvo más de una hora en soledad. 
Luego llegaron la madre y los hermanos de la víctima. Abrazados, caminaron los pocos metros que separan la vereda con la puerta de la sala donde estaba el féretro. En su interior,  se dispusieron a darle su  último adiós. 

Abrazos interminables
Más tarde comenzaron a arribar los amigos y familiares del profesor de tenis. Los abrazos interminables y las escenas de desconsuelo se repitieron a lo largo de la tarde. Entre llantos, los presentes no pararon de preguntarse el porqué de este trágico desenlace. Nadie lograba digerir esa noticia que cayó como una bomba entre sus afectos, en las primeras horas de ayer.
Durante el velatorio, nadie pudo emitir una sola palabra sobre lo ocurrido. "No puedo hablar", fue la frase que se repitió innumerables ocasiones. 
Una gran cantidad de personas desfilaron durante toda la tarde- noche por el velatorio, para darle el último adiós a Aiziczon. Hoy, el profesor de tenis será sepultado en el cementerio Israelita.