Cada testimonio pone nerviosos a algunos o tranquiliza a otros. Los acusados con sus respectivos abogados deben presenciar las declaraciones de quienes podrían aportar datos relevantes a la causa, y al mismo tiempo beneficiarlos o perjudicarlos.

La jornada de ayer, fue sumamente tranquila para la mayoría de los imputados; cada uno estuvo pendiente de sus cosas y no pasaron sobresaltos. Menos Darío Pérez, que fue el blanco de las declaraciones y el foco donde se posicionaron las miradas de todos los presentes. Por supuesto, el acusado del homicidio no pudo actuar naturalmente y por el contrario se mostró como un asesor especializado de su abogado, Gustavo Morales.

A su lado, como siempre, se sentó Andrés Fabersani, con quien conversó y opinó sobre cada afirmación de los testigos. Entre los dos se hacían señas y gesticulaban sin sacar los ojos de encima de quienes declaraban.

Pérez permaneció inquieto, parecía nervioso, pero en ningún momento dudó en dictarle preguntas u opinar a su defensor acerca de sobre cómo interrogar. Es necesario tener en cuenta que quién más conocía a Gabriela Mansilla, operadora de la remisería, y a Juan Romano, el propietario, es el acusado; justamente por eso quizás sabía aquello que podían decir para ayudarlo.

A lo largo de cada jornada, Pérez se mantuvo distante y sin prestar demasiada atención; sin embargo, en las últimas audiencias no pudo ocultar su nerviosismo.