"¡Ahí viene! ¡Ahí viene mi papá!", exclamó el pequeño Isaías, de seis años, mientras el avión de Aerolíneas Argentinas apoyaba el tren de aterrizaje en la pista del aeropuerto Benjamín Matienzo. El niño dio media vuelta y se fue corriendo -a toda velocidad-, buscando la puerta de desembarque que escondía a su progenitor. Detrás suyo, un pelotón de familiares marcharon presurosos con el mismo destino, para reencontrarse con el que consideraban el pasajero más importante del vuelo AR 1472 que arribó ayer, minutos antes de las 13, proveniente de Buenos Aires.

El paso se abrió y el desfile de viajeros parecía interminable. La ansiedad era evidente entre sus familiares: todos estiraban el cuello lo más que podían para encontrar al pasajero. Pasaban decenas de personas, pero él no llegaba.

Finalmente, luego de varios minutos de espera, Franco Carrizo, un tucumano que vivió el devastador terremoto de Japón en primera persona, apareció sano y salvo, y se fundió en un eterno abrazo con Isaías, el primero en darle la bienvenida. Luego se sumaron Jeremías, de cuatro y Giuliana, de dos años, sus otros hijos.

Las sonrisas y los flashes llovían entre los familiares más allegados, en una estación aérea que por momentos se colmaba sin comprender quién congregó tanta prensa. "Disculpe, ¿está llegando Joaquín Sabina?", se animaron a preguntar algunos despistados.

Graciela, madre del recién llegado, se acercó para recibir en sus brazos a su hijo, que en poco más de 24 horas recorrió más de 20.000 kilómetros.

"Es una felicidad inmensa el tenerlo de vuelta a él. Sufrí mucho todos estos días. Estuve en la cama, muy mal de sólo pensar que mi hijo estaba ahí. Me recorrió un inmenso escalofrío cuando lo pude abrazar. Ahora siento una alegría inmensa en mi corazón", dijo la señora.

Alejandra Nieva, esposa de Franco, aguardaba con una enorme sonrisa y con los ojos húmedos su momento de saludar al hombre con el que comparte su vida desde hace siete años. Y como era de esperar, un tierno beso y el más intenso de los abrazos le dijeron "bienvenido a casa" sin emitir una palabra.

"Fueron unos días difíciles. Eso de no poder contactarlo allá fue horrible. Cuando podíamos hablar, él me decía que estaba todo bien, que esté tranquila. Pero las imágenes que veíamos en la televisión eran tremendas. Como hay alerta nuclear no veíamos las horas que saliera de Japón. Recién cuando me dijo que estaba saliendo para Buenos Aires pude estar tranquila", dijo la mujer.

Reencuentro

Lugo de algunos mimos de los más chicos y de los más grandes, Carrizo partió rumbo a su departamento de avenida Mitre al 600. "Hoy es todo para él. Lo vamos a agasajar con un asado. Otros familiares salen de trabajar y se suman a festejar su regreso", comentó Mercedes, la suegra de Franco.