Japón es uno de los países más avanzados del mundo y, según los especialistas, si un sismo de estas características (8,9 puntos en la escala de Richter) hubiera ocurrido en cualquier otra ciudad tan densamente poblada como las de la isla, seguramente se hubieran contado más de decenas de miles personas entre los muertos. Los muros de contención construidos a lo largo de la costa, los rascacielos con sistemas de oscilación para absorber el movimiento de los terremotos y las rigurosas normas de construcción aplicadas en la isla, permiten que este país sea el mejor preparado en el mudo para soportar este clase de siniestros.

Las medidas de ingeniería y seguridad aplicadas en todas las ciudades niponas, especialmente en las que están cerca de la costa, permitieron salvar un significativo número de vidas. En este sentido, las áreas que fueron golpeadas anteriormente por tsunamis tienden a ser las mejores preparadas. En estas poblaciones, las autoridades locales se comunican directamente con los pobladores a través de un sistema de alerta colocado en cada vivienda que les permite dar instrucciones de cómo dirigirse hacia zonas más altas y seguras. Además, los caminos que conducen hacia esas áreas de seguridad están claramente señalizados. Algunos pueblos costeros tienen también redes con sensores intercomunicados que disparan sus alarmas en todas las residencias de la zona cuando comienza un terremoto. De esta manera, un artículo del diario The New York Times resaltó la eficiencia científica con la que los japoneses construyen sus ciudades.

En el lugar de los hechos

El científico español Juan Manuel García Ruíz que reside actualmente en Japón, en el barrio de Omahi, en Sendai, está viviendo los efectos del terremoto y contó al diario El país, de España, cómo sucedieron los hechos de una catástrofe que fue increíblemente controlada por la población.

"Profesor, llevábamos 10 años esperando esto; está todo previsto", contó García Ruiz que le dijeron sus alumnos cuando les preguntó de dónde sacaban sus cajas equipadas con víveres y agua. "Todo estaba organizado y además por gente que estaba entrenada para autoorganizarse. Fue entonces cuando entendí que esta ciudad se había preparado para combatir a un monstruo que esperaban con paciencia. Y lo hicieron utilizando las mejores armas que podemos tener los humanos: la ciencia y la tecnología", continuó el científico en el diario El País.

"Luego, miré hacia el edificio que acababa de abandonar y comprobé que su estructura antisísmica se mantenía estable ante semejante terremoto. Me uní a un grupo que empezaba a formarse en un jardín anexo. No hubo gritos. No hubo histeria, lo que me llevó a preguntar si estaban acostumbrados, pero inmediatamente un colega me dijo que éste era el mayor terremoto que había experimentado en su vida", concluyó el científico.

Todo un ejemplo de utilización de la inteligencia del hombre al servicio del propio ser humano.